jueves, 22 de febrero de 2018

Juigalpa, la educación, doña Chepita y mi hermano el alcalde

Durante los años cincuenta del pasado siglo, Juigalpa era dos largas calles que unían de este a oeste a los barrios Palo Solo y la Cruz Verde y de norte a sur a los barrios Pueblo Nuevo y Punta Caliente. Un pueblo pequeño de unos ocho mil habitantes, con dos escuelas primarias y un instituto de secundaria, fundado a mediados de los cuarenta con el nombre de Josefa Toledo de Aguerri.
El Josefa Toledo era el único instituto de Chontales y de todo lo que en los años ochenta se conoció como Quinta Región. Este hecho de cultura institucional obligó a que numerosas familias  de ganaderos de todos los municipios chontaleños y del hoy Zelaya Central y Río San Juan, se trasladaran con sus familias a Juigalpa atraídas por el oro de la educación secundaria del Josefa Toledo. En la actualidad, setenta años después, la atracción sigue siendo el oro de la educación, esta vez con ocho universidades, tres nacionales (la UNAN-Managua, la UNI y la UNA) y cinco privadas.
Juigalpa es hoy, sin duda, la capital de la educación de nuestro país. De cada cien personas de todas las edades, por lo menos noventa o estudian o son maestros o viven de la educación con servicios de todo tipo en apoyo a la misma. Incluso sábados y domingos las universidades, colegios, calles y carreteras se presentan llenas de estudiantes y maestros que van a los cursos sabatinos o dominicales.
Por esta razón cuando se informó la noticia acerca de que nuestro gobierno había decidido inaugurar el Año Escolar 2018 en la ciudad de Juigalpa, la noticia cayó como cuando las semillas caen en tierra buena, más aún cuando la información completa decía que la actividad se ofrecía a Josefa Toledo de Aguirre, la Chepita Toledo de los juigalpinos, y a los maestros de Juigalpa, algunos de los cuales han sido galardonados como los mejores maestros del país por el Ministerio de Educación, recientemente. 
La importancia de este hecho se debe a que ese tesoro que es la educación para los juigalpinos, como en un círculo virtuoso extraordinario, está dando sus mejores frutos, con representantes tanto en las aulas de clase, como en la vida pública de la ciudad. En los últimos años un amplio grupo de maestros y estudiantes de colegios e institutos públicos y privados de Juigalpa, han alcanzado el mérito académico de mejores maestros y mejores estudiantes del país. La lista es larga, mejores maestros de Nicaragua: Walkiria Carrillo García, en el 2012, José Adán Duarte en el 2016 y Alexander Soza Cano y Elba Medrano Dompé el año pasado, 2017; y mejores estudiantes Emilio de Jesús Rocha, mejor bachiller en 2010, Pedro Granja Berríos y Halima Valeria Suárez Miranda, Mejor Bachiller en 2016 y Aracely Emperatriz Raúdez Téllez, Mejor Bachiller 2017.
Y si el examen anual de admisión de la UNAN-Managua ha sido conceptualizado como criterio de calidad de la educación nacional, el titular de El Nuevo Diario, del viernes 9 de febrero del 2018, decía: Dos chontaleños obtienen mejores promedios de Admisión en la UNAN-Managua. En efecto los bachilleres Ariana Patricia Sequeira Téllez, con un promedio de 96.3, Erner Josué Amador Peralta, con 95.8 y Shirley Ellazith Hidalgo Flores con 92.5, egresados de institutos y colegios de Juigalpa obtuvieron los más altos promedios en el examen de admisión de esta universidad, de un total de 14,252 estudiantes que en todos los recintos de la universidad a nivel nacional se presentaron al examen el pasado 21 de enero.
Pero la buena educación no se expresa solo en el interior de la vida escolar en la relación buenos maestros-buenos estudiantes, sino que también en la relación educación sociedad, sean estas escuelas y su relación con las empresas o escuelas y su relación con las instituciones, es el caso por ejemplo, del gobierno municipal de Juigalpa, en el que los dos últimos alcaldes han sido maestros, me refiero a María Elena Guerra Gallardo, Alcaldesa durante dos periodos, y mejor maestra de Nicaragua en el año 2003 que fuera profesora de español en diferentes centros educativos de Juigalpa y alcaldesa durante dos períodos (2008-2015) y que falleciera en el ejercicio de ese cargo en el año 2015, y Erwing De Castilla Urbina, profesor de español como Joffiel Acuña Cruz y Gregorio Aguilar Barea, maestro normalista por antonomasia, egresado de la Escuela Normal de Jinotepe, profesor de la Escuela Normal de Estelí y fundador de la Escuela Normal de Juigalpa; que fuera el primer alcalde sandinista entre el 2004 y el 2008 y ganara las elecciones del año pasado con el 82 por ciento de los votos.
Así es Juigalpa la capital de la educación. El pueblo donde naciera la Chepita Toledo y nuestro Guillermo Rothschuh Tablada, el pueblo de los mejores maestros y mujeres estudiantes del país.

jueves, 8 de febrero de 2018

La internacionalización de la universidad nicaragüense

La irrupción de la universidad privada en Nicaragua, América Latina, el Caribe y el mundo en el contexto de la rápida evolución del capitalismo neoliberal y la traumática convivencia de esta con la universidad pública venida del período colonial, hace muy complejo para las ciencias sociales apretar en un solo puño, dar identidad, calificar y caracterizar como a una unidad singular, a la pluralidad de universidades nicaragüenses de la actualidad. Este hecho se torna más complejo, producto del proceso de globalización de las relaciones internacionales, en que cada día es más común hablar de procesos de internacionalización de la educación superior y de las universidades y/o de programas académicos internacionales, tanto en los campos de la docencia, donde son más frecuentes, numerosos y diversos, como de la investigación y la extensión, en virtud de los cuales se ha originado una gran cantidad de combinaciones y modalidades que tienen como base material de estudio las computadoras, Internet , las agencias de viaje y los aviones.
Esta explosión de las posibilidades de la universidad contemporánea tiene su origen en los nuevos requerimientos de la economía global y el tráfico y tránsito de mercancías y seres humanos entre países. Así como la Toyota o la Samsung fabrican sus camionetas y celulares con autopartes y accesorios fabricados y ensamblados en diferentes partes del mundo, igual las universidades, producen en serie el personal ingenieril y administrativo que deberán fabricarlos y administrarlos. Por ello es absolutamente lógico que la Motorola, sin ninguna preocupación ética, compre universidades de ingeniería en México, Brasil o Argentina.
“La internacionalización de la educación superior, como bien lo dice el mexicano Axel Didriksson Takayanagui, es ante todo reflejo del carácter globalizador y del papel relevante que ha alcanzado el conocimiento. Este carácter se determina por la importancia que están presentando las instituciones de educación en la revolución científica y tecnológica, en la interdependencia de las economías nacionales, en los procesos de integración regional y subregional, en la cada vez mayor necesidad de intercambio cultural y educativo, dinamizado por las redes informáticas y las telecomunicaciones”.
En Nicaragua, los procesos de internacionalización de las universidades guardan estricta correspondencia con el tamaño y nivel de desarrollo de la sociedad, la economía y la universidad, en ese orden, salvo honrosas excepciones en los campos de las ingenierías, nuestras universidades, públicas y privadas, más que participantes, de igual a igual, de los procesos de internacionalización universitaria son usuarios de los mismos. Empíricamente esto es posible comprobarlo observando las noticias universitarias que se publican en los medios de comunicación como noticias, entrevistas y publirreportajes, que informan sobre programas conjuntos, profesores visitantes o asistencia de académicos nicaragüenses a eventos en el extranjero.
En este contexto urge pensar en un centro de estudios sobre la universidad y/o en un programa de investigación permanente sobre la universidad nicaragüense, sus antecedentes, sus referentes conceptuales, sus modelos académicos, su organización, sus relaciones endógenas y exógenas y sus productos, que permitan identificar y caracterizar a la universidad de hoy en nuestro país, a fin de saber qué productos encargarle, tanto en términos particulares de las empresas e instituciones públicas y privadas como a nivel de la sociedad en general, y para prever el futuro y hacer que la educación superior en general y la universidad en particular, puedan convertirse en verdaderas palancas científicas y académicas para el desarrollo del país.
En fechas anteriores, en cinco artículos publicados en El Nuevo Diario, quien escribe ha propuesto un conjunto de hipótesis sobre la historia de la universidad nicaragüense desde su fundación, con base en una periodización que originalmente  formulé en mi libro “Universidad y Sociedad en Nicaragua”, publicado por la UNAN-León en julio de 1979. Los nombres y fechas de publicación de los artículos mencionados son los siguientes: La Universidad Colonial en Nicaragua (10/11/2017); La Universidad Napoleónica en Nicaragua (24/11/2017); La Universidad Desarrollista en Nicaragua (14/12/2017); La Universidad Estatista y Popular en Nicaragua (30/12/2017) y La Universidad Neoliberal en Nicaragua (18/01/2018).
Obviamente, el simple enunciado de estos supuestos no logra solucionar el problema del conocimiento sobre la historia social de la universidad nicaragüense, que sirva de base para el estudio de la actual institución académica, motivo por el cual se necesita profundizar y ampliar el mismo para cada una de las etapas, hitos y relaciones económicas y sociales, más aún si esta tiene el tamaño, heterogeneidad y complejidad de un objeto de estudio como la educación superior y la universidad nicaragüense de esos días.

viernes, 19 de enero de 2018

La universidad neoliberal en Nicaragua

En febrero de 1990 hubo elecciones generales en Nicaragua, y el FSLN que había liderado la Revolución entre 1979 y 1989 perdió las elecciones, y con ello la potestad para continuar a la cabeza del estado revolucionario. Un nuevo modelo de Gobierno y un nuevo régimen económico, diferente del de los años ochenta en Nicaragua, habría de surgir de aquellos eventos.
Desde inicios de los años ochenta, simultáneamente cuando la Revolución sandinista cumplía sus propósitos emancipadores para los más pobres, en América Latina y todo el mundo, el capitalismo estaba mudando hacia la implantación de un nuevo modelo de desarrollo, al que por sus novedades los expertos llamarían neoliberalismo, cuyas características eran (y son) privatización de las empresas públicas, conversión de todo lo social en mercancía, reducción del Estado, apertura comercial y financiera, énfasis en el mercado externo, flexibilización de las relaciones laborales, entre otras.
Igual que en los años sesenta del pasado siglo que el capitalismo desarrollista, signado por la sustitución de importaciones de bienes y servicios y la importación de capitales, conocimientos y tecnología edificó un tipo específico de universidad que le sirviera de aparato de reproducción científica y tecnológica, el capitalismo neoliberal de los años ochenta, noventa y de inicios del presente siglo, articulado a la globalización de las comunicaciones a nivel mundial, ha venido construyendo un nuevo tipo de educación y universidad a su imagen y semejanza.
Por lo general la receta ofrecida ha sido: que los Estados provean a las universidades los recursos necesarios, pero que estos estén condicionados al uso transparente de los mismos y para el fortalecimiento de la eficiencia y la calidad. Se debe proveer a las universidades de autonomía, pero también deben propiciar  mecanismos de monitoreo, evaluación y acreditación de su calidad y desempeño. Se deben propiciar ambientes favorables para la fundación de Cámaras Empresariales de universidades privadas, acompañados de sistemas de becas sobre la base del desempeño estudiantil, e incrementar los aportes al sector privado, la elevación de los aranceles estudiantiles a la par del establecimiento de sistemas de préstamos y crédito educativo y la contribución de los graduados con el pago de cuotas y la organización de la venta de servicios.
Como se observará, los énfasis han sido: liberalización de las instituciones educativas abiertas al mercado; financiamiento educativo versus eficiencia y transparencia y monitoreo de la calidad de la educación. 
Por causas obvias este enfoque ha contaminado e impregnado el discurso y perspectivas de las universidades públicas de la región, las que, ante el estancamiento de los aportes fiscales de parte de los gobiernos, viven hoy una permanente y profunda crisis de identidad, moviéndose pendularmente entre el derecho a la educación de la población estudiantil en situación de pobreza, y la competencia con las universidades privadas por el pastel financiero de los mercados universitarios en nuestros países.
Respecto a Nicaragua, que en 1990 venía saliendo de la epopeya revolucionaria, y que como parte de la misma se había edificado un tipo particular de universidad pública, la apuesta neoliberal se presentaba como una verdadera amenaza, motivo por el cual, la Asamblea Nacional, con mayoría sandinista, antes del traspaso de gobierno en mayo de ese año, promulgó la Ley 89, del 5 de abril de 1990, Ley de Autonomía de las Instituciones de Educación Superior, en virtud de la cual se forjaba un formidable escudo protector de estas instituciones, ante la avalancha privatizadora que se preparaba para avanzar sin freno con todos los fierros sobre las universidades públicas, igual a que se estaba haciendo en esos días en los centros educativos públicos de la educación básica del país.
De esta manera, entre el año 1990 y el año 2006, años de franca privatización neoliberal en todos los sectores, las comunidades universitarias públicas nicaragüenses, defendieron en las calles del país, con la Ley 89 en las manos, el derecho de la población empobrecida a su educación superior. A partir del año 2007 hasta hoy, con el Frente Sandinista, de nuevo en el poder, comienza a escribirse la nueva historia de la educación superior nicaragüense, un hibrido que dialécticamente se mueve entre las inequidades del mercado y las luchas por la justicia social en los campos de la educación nacional.

La universidad neoliberal en Nicaragua

En febrero de 1990 hubo elecciones generales en Nicaragua, y el FSLN que había liderado la Revolución entre 1979 y 1989 perdió las elecciones, y con ello la potestad para continuar a la cabeza del estado revolucionario. Un nuevo modelo de Gobierno y un nuevo régimen económico, diferente del de los años ochenta en Nicaragua, habría de surgir de aquellos eventos.
Desde inicios de los años ochenta, simultáneamente cuando la Revolución sandinista cumplía sus propósitos emancipadores para los más pobres, en América Latina y todo el mundo, el capitalismo estaba mudando hacia la implantación de un nuevo modelo de desarrollo, al que por sus novedades los expertos llamarían neoliberalismo, cuyas características eran (y son) privatización de las empresas públicas, conversión de todo lo social en mercancía, reducción del Estado, apertura comercial y financiera, énfasis en el mercado externo, flexibilización de las relaciones laborales, entre otras.
Igual que en los años sesenta del pasado siglo que el capitalismo desarrollista, signado por la sustitución de importaciones de bienes y servicios y la importación de capitales, conocimientos y tecnología edificó un tipo específico de universidad que le sirviera de aparato de reproducción científica y tecnológica, el capitalismo neoliberal de los años ochenta, noventa y de inicios del presente siglo, articulado a la globalización de las comunicaciones a nivel mundial, ha venido construyendo un nuevo tipo de educación y universidad a su imagen y semejanza.
Por lo general la receta ofrecida ha sido: que los Estados provean a las universidades los recursos necesarios, pero que estos estén condicionados al uso transparente de los mismos y para el fortalecimiento de la eficiencia y la calidad. Se debe proveer a las universidades de autonomía, pero también deben propiciar  mecanismos de monitoreo, evaluación y acreditación de su calidad y desempeño. Se deben propiciar ambientes favorables para la fundación de Cámaras Empresariales de universidades privadas, acompañados de sistemas de becas sobre la base del desempeño estudiantil, e incrementar los aportes al sector privado, la elevación de los aranceles estudiantiles a la par del establecimiento de sistemas de préstamos y crédito educativo y la contribución de los graduados con el pago de cuotas y la organización de la venta de servicios.
Como se observará, los énfasis han sido: liberalización de las instituciones educativas abiertas al mercado; financiamiento educativo versus eficiencia y transparencia y monitoreo de la calidad de la educación. 
Por causas obvias este enfoque ha contaminado e impregnado el discurso y perspectivas de las universidades públicas de la región, las que, ante el estancamiento de los aportes fiscales de parte de los gobiernos, viven hoy una permanente y profunda crisis de identidad, moviéndose pendularmente entre el derecho a la educación de la población estudiantil en situación de pobreza, y la competencia con las universidades privadas por el pastel financiero de los mercados universitarios en nuestros países.
Respecto a Nicaragua, que en 1990 venía saliendo de la epopeya revolucionaria, y que como parte de la misma se había edificado un tipo particular de universidad pública, la apuesta neoliberal se presentaba como una verdadera amenaza, motivo por el cual, la Asamblea Nacional, con mayoría sandinista, antes del traspaso de gobierno en mayo de ese año, promulgó la Ley 89, del 5 de abril de 1990, Ley de Autonomía de las Instituciones de Educación Superior, en virtud de la cual se forjaba un formidable escudo protector de estas instituciones, ante la avalancha privatizadora que se preparaba para avanzar sin freno con todos los fierros sobre las universidades públicas, igual a que se estaba haciendo en esos días en los centros educativos públicos de la educación básica del país.
De esta manera, entre el año 1990 y el año 2006, años de franca privatización neoliberal en todos los sectores, las comunidades universitarias públicas nicaragüenses, defendieron en las calles del país, con la Ley 89 en las manos, el derecho de la población empobrecida a su educación superior. A partir del año 2007 hasta hoy, con el Frente Sandinista, de nuevo en el poder, comienza a escribirse la nueva historia de la educación superior nicaragüense, un hibrido que dialécticamente se mueve entre las inequidades del mercado y las luchas por la justicia social en los campos de la educación nacional.

domingo, 31 de diciembre de 2017

La universidad estatista y popular en Nicaragua

En julio de 1979, la insurrección de amplios sectores de la población nicaragüense liderados por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, da al traste con la dictadura militar somocista, iniciándose para el país una época de profundas transformaciones.
Con los cambios en el orden social, cultural y jurídico producto de la Revolución Sandinista, el modelo académico de la universidad desarrollista, en boga desde inicios de los años sesenta, entra en crisis, dando lugar a un nuevo tipo de universidad, el que para los propósitos de esta revisión histórica podríamos llamar estatista y popular. Estatista en tanto la universidad asumió las mismas características del Estado y el proceso revolucionario perdiendo su carácter de institución autónoma, y popular por el carácter y composición clasista de la matrícula, abierta a los sectores populares empobrecidos de la sociedad nicaragüense. Para alcanzar este propósito fue que se crearon en la Unan de León y Managua las llamadas Facultades Preparatorias, cuya matrícula estaba integrada por estudiantes de secundaria de origen campesino, que al egresar continuaban sus carreras universitarias en estas casas de estudio.
El gobierno revolucionario creó el Consejo Nacional de la Educación Superior (CNES), una especie de Ministerio de la Educación Superior, común en esa época en los países socialistas, cuyo ministro era nombrado por el presidente de la República, y éste  a su vez nombraba a los rectores de las universidades y Centros de Educación Técnica Superior. Al CNES pertenecieron no solo las universidades públicas que se crearon en el período, sino que también universidades privadas de servicio público como la UCA y la Upoli y universidades comunitarias como la Bicu y Uraccan, siendo su característica principal que todas recibían financiamiento público.
Respecto a los modelos académicos venidos de la herencia napoleónica y desarrollista, la universidad estatista y popular, mantuvo las viejas estructuras divididas en facultades y decanatos, y como en Francia, en tiempos de Napoleón (1808), se crearon, por primera vez en las universidades públicas nicaragüenses, centros de investigación separados del quehacer profesionalizante de las facultades y las carreras universitarias y se eliminaron los estudios generales, pero se mantuvieron los departamentos académicos.
Hasta 1979,  la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Unan) con su sede en León y sus núcleos de Managua y Jinotepe, cumplía su misión en dos escenarios diferentes: en el de la enseñanza de las profesiones y marginalmente en el de la vinculación con sus entornos económicos y sociales, con actividades de extensión y promoción cultural. A partir de la fundación del CNES en 1980, se crearon tanto a nivel central como en todos los Centros de Educación Superior, las direcciones de Investigación y Posgrado, separadas del quehacer profesionalizante de las facultades tradicionales, como una facultad más, con propósitos, planes,  programas,  personal y presupuesto propios.
Las principales tareas desempeñadas durante el decenio de los años ochenta por las Direcciones de Investigación y Posgrado fueron: la creación de Centros de Investigación especializados, la organización y ejecución de las Jornadas Universitarias de Desarrollo Científico (JUDC) para la promoción de la investigación estudiantil, y la organización  y  ejecución de Programas de capacitación y formación posgraduada, para la superación profesional del personal docente de las Universidades y Centros de Educación Técnica Superior.
En este orden, entre 1980 y 1989, por primera vez en la historia de la Educación Superior Nicaragüense, se lograba completar la propuesta de José Ortega y Gasset, sobre el modelo funcional universitario integrado por tres funciones a saber: la ampliación del conocimiento (función de investigación); enseñanza de las profesiones (función docente) y conservación y transmisión de la cultura (función de extensión), no obstante, la función principal continuó siendo la enseñanza de las profesiones, igual que lo había sido para la Universidad desde su fundación en 1812. Se perdió así  la oportunidad que ofreciera un contexto tan propicio como el de la revolución, para transformar el modelo académico tradicional fincado en la enseñanza, cuando para esos años,  ya tenía casi dos siglos de que Wilhelm Von Humboldt propusiera su idea de una educación basada en la búsqueda del conocimiento (investigación) para las Universidades alemanas.
Como parte de estas reformas, en el periodo de los años ochenta, el Gobierno de la Revolución, convirtió a la UNAN- Núcleo de Managua en 1981, en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua, como una universidad autónoma separada de la UNAN-León; en 1984 fundó la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y en 1990 fundó la Universidad Nacional Agraria (UNA).

jueves, 14 de diciembre de 2017

La universidad desarrollista en Nicaragua

Con el cambio de la universidad colonial a la universidad napoleónica, cambiaron el tipo de conocimientos que se enseñaban las Ciencias Naturales, por ejemplo,  sustituyeron a la Teología, no obstante la universidad continuaba siendo la misma: una institución elitista, con igual administración académica e igual manera de hacer y concebir la enseñanza. Frente a esta situación es que se rebelaron los Estudiantes de la Universidad de la Provincia de Córdoba, Argentina,  en 1918, iniciando para nuestra región el movimiento conocido como de la Reforma Universitaria de Córdoba. Producto de este singular hecho, la universidad latinoamericana asume una manera extraña para la época y que va a marcar el futuro de la institución cultural en la región, tal fue la autonomía universitaria, respecto a cualquier otro tipo de entidad religiosa o  política, tal a como lo había sido en las etapas anteriores.
Coincidiendo con los cambios que se estaban dando en el interior de las universidades, múltiples cambios se producían en los entornos económicos y sociales de las mismas, como consecuencia de las nuevas relaciones que se establecieron entre la metrópoli y los países de la periferia capitalista, pasada  la Segunda Guerra Mundial, logrando consolidarse estas en el modelo conocido como de  ‘’ sustitución de importaciones de bienes de consumo’’, cuya principal característica fue el ingreso a los países de la región, de una mezcla de capitales, más tecnologías, más fábricas, más bancos, los que obviamente demandaron cambios en la esfera educativa, especialmente de las universidades, productoras  del  personal necesario para facilitar los cambios que se estaban dando. A este proceso respondieron los Estados convirtiéndose en verdaderos aparatos de reproducción de la dependencia económica, política y cultural, lo que implicó un conjunto muy amplio de cambios en la vida de los mismos y de nuestras sociedades, especia
lmente en el terreno educativo. A esta fase del capitalismo en América Latina las Ciencias Sociales la llamaron capitalismo desarrollista, o simplemente desarrollismo, y a la universidad que le sirvió de medio de reproducción cultural: se le llamó universidad desarrollista. 
Para el caso de Nicaragua, con el logro de su autonomía el 25 de marzo de 1958, la Universidad Nacional Autónoma, inicia el proceso de fundación de la universidad contemporánea en nuestro país, en consonancia con el proceso de modernización del capitalismo dependiente, a través del cultivo algodonero (1951-1959). Nacía así la universidad desarrollista en Nicaragua, mezcla de la universidad napoleónica (dispersa, desarticulada y fragmentada), de los años setenta del siglo XIX y de la modernización capitalista y la Alianza para el Progreso de los años sesenta del siglo XX. 
Algunos hitos de  este proceso fueron los siguientes: a inicios de 1960, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) con sede en León, crea dos nuevas filiales una en Managua  y otra en   Jinotepe. El 15 de enero de 1963, por primera vez en este tipo de instituciones, la UNAN presenta su Anteproyecto de Desarrollo de la Universidad para el período de 1963-1966. A semejanza del Decreto Zavala del 3 de abril de 1879 para la Universidad Napoleónica, este documento inaugura la idea de la Universidad Desarrollista en Nicaragua. Características de la Universidad Desarrollista, según su formato nicaragüense  fueron: se continuó con la organización de la Universidad dividida en Facultades y Decanatos,  pero se introdujo “el principio de la departamentalización”, a imagen y semejanza del Departamento académico de origen norteamericano, como unidad básica para que la Universidad cumpliera su Misión, y se creó el Ciclo de los llamados Estudios Generales, obligatorios para todos los estudiantes al iniciar sus es
tudios universitarios. 
La Universidad Desarrollista en Nicaragua, igual que la Universidad Napoleónica venida de Francia y en boga en América Latina y el Caribe desde mediados del siglo XIX, no surgió de manera autónoma, como conclusión y acuerdo del debate y el  desarrollo del pensamiento universitario nicaragüense, sino que la misma fue producto de la influencia externa para todas las universidades de la región, organizada por el Consejo Superior Universitario Centroamericano (Csuca), con el patrocinio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Fundación Rockefeller. Así, las facultades y la descentralización (más precisamente la desarticulación entre investigación y docencia en la Universidad) vinieron a Nicaragua de España y Francia en el siglo XIX, y los Estudios Generales y los Departamentos Académicos, vinieron de los Estados Unidos de América en el Siglo XX.

lunes, 27 de noviembre de 2017

La Universidad Napoleónica en Nicaragua

Causas de tipo político, expresión directa de la independencia de los países latinoamericanos y del Caribe, provocaron abruptos y radicales cambios no sólo en la administración de las Universidades Coloniales, sino que también en el contenido y  estructura de las mismas. Si las relaciones con el centro dominante cambiaban, por consecuencia refleja, también cambiaría la naturaleza y calidad de la Universidad. La clase dominante colonial (criolla) como clase dominante-dependiente, estaba incapacitada para crear una Nación al estilo de la burguesía europea, y eso daría lugar a que las naciones latinoamericanas nacieran políticamente independientes, pero económicamente dependientes del capitalismo europeo, lo que redundaría – como fértil semilla-  en un nuevo tipo de dependencia política.

Los nuevos Estados independientes, abolieron y nacionalizaron todas las formas de enseñanza, en especial la de las Universidades, dando origen al Modelo de Universidad conocido como Napoleónico. Cambió el régimen de propiedad  de la Iglesia a los Estados y cambiaron el tipo de conocimientos que se enseñaban.

La Universidad Napoleónica vino a América de cara a satisfacer las necesidades de modernización de las clases dominantes, dependientes económica y culturalmente de las metrópolis europeas. Fue el trasplante de un modelo académico que en Francia pudo haber tenido alguna justificación política o técnica, pero que en América, dado el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de la época (primera mitad del Siglo XIX) se presentó en situación contradictoria y de ruptura con las necesidades objetivas de las poblaciones a que estaba destinada.

La clausura o nacionalización según países de algunas de las Universidades Coloniales y su conversión a Napoleónicas, fue así: 1833 México, 1854 Argentina, 1856 Perú, 1867 Colombia, 1868 Ecuador, 1879 NICARAGUA y 1888 Venezuela.
Muchas de las características de las Universidades Napoleónicas todavía están presentes en la Universidad Latinoamericana y nicaragüense de estos días. La Universidad venida de la Colonia perdió su carácter unitario siendo organizadas en Facultades y Escuelas, presentándose dispersas de acuerdo al formato profesionalista  napoleónico, las que estaban exclusivamente destinadas a formar profesionales liberales. La enseñanza a diferencia de la Universidad Colonial era laica y su sustento filosófico era la ciencia positiva. La investigación y la promoción y difusión cultural, estaban institucionalmente separadas de las Facultades y Escuelas y por ende de la función de la enseñanza. El lugar de estos era el de las academias e Institutos científicos o artísticos, que lograron alcanzar un gran desarrollo, poniendo en evidencia las diferencias entre científicos y artistas y los actores sociales dedicados a las actividades de la enseñanza.

Respecto al cambio de modelo universitario en Nicaragua, el 3 de abril de 1879 el Gobierno del General Joaquín Zavala, emitió un Decreto mediante el cual se reformaba el Modelo Académico de la Universidad Colonial basado en Cátedras. A partir de entonces la Universidad se organizaría en Facultades y Decanatos. Las Facultades eran las siguientes: Ciencias y Letras, Derecho, Medicina y Farmacia y Ciencias Naturales. Esta última sustituía a la Teología. El Decreto del Presidente Zavala de 1879, inauguraba así el Modelo Académico de la Universidad Napoleónica en nuestro país, cuyas características todavía presentes en la Universidad Nicaragüense, fueron: ‘’ el profesionalismo’’, la enseñanza continuaba siendo la función fundamental de la Universidad; ‘’ la descentralización de la enseñanza’’, cada Facultad es una isla que atiende sus propios problemas; la Universidad es un archipiélago de unidades en lugares diferentes y con problemáticas diferentes. Se erradica la Teología de la vida universitaria y se inaugura el culto a las instituciones jurídicas

Como es posible observar la desarticulación del constructo ideal investigación-docencia-extensión preconizado por Ortega y Gasset para nuestras Universidades, no es de creación reciente, sino que por el contrario ésta tiene su origen en el modelo de relevo de la Universidad Colonial venido a nuestro país desde fines del siglo XIX.

Lo expresado no es un dato sin importancia en el contexto del análisis de la naturaleza de la Educación Superior contemporánea en Nicaragua y América Latina y el Caribe, sino que por el contrario, es una de las causas del atraso de nuestras Universidades, cuando se establecen ranking a nivel mundial o regional,  o cuando se comparan nuestras instituciones de Educación Superior con sus similares de los países altamente desarrollados o de las propias universidades centroamericanas.