En nuestro artículo del seis de junio pasado,
concluíamos que en la actualidad sobresalen dos maneras de concebir la
calidad de la educación, la del mercado que todo lo que toca lo
convierte en mercancía, incluidas la educación y la fuerza de trabajo, y
la que sostiene que la educación es un derecho humano fundamental.
Respecto de la primera, la concepción que prevalece tanto en las Cámaras empresariales, como en algunos círculos de economistas, sociólogos e intelectuales del campo educativo, es la que reclama a la educación competencias y valores de disciplina y lealtad laboral empresarial, para hacer producir y elevar la productividad de las empresas, y centros comerciales privados, y por ende, si los centros educativos, en especial las universidades e Inatec, no les están entregando los recursos humanos con las calificaciones que estas necesitan, entonces se acusa a la educación y sus instituciones de estarle ofreciendo al país una educación de baja calidad. La calidad de la educación entendida y conceptualizada según la cantidad y calidad de habilidades y saberes que la educación formal ofrece a sus empleados, para que estos eleven las ganancias y rentabilidad de sus empresas.
Así cada sector empresarial en su día, en fechas de aniversario o cuando se sacan cuentas de pérdidas y ganancias, uno de los factores puestos en cuestión respecto de estas últimas, es el personal profesional egresado de las universidades y de los centros de educación técnica. Los juicios no solo están dirigidos a los bajos niveles de productividad de la fuerza de trabajo, sino a la ausencia de especialistas que las empresas requieren y estas instituciones están llamadas a ofrecer. De esas conclusiones particulares, a la conclusión general final, sobre la baja calidad de la educación en Nicaragua y de adjudicarle esa condición a los educadores, solo hay un paso, como que si la educación solamente fuese aprender destrezas para “hacer” carreteras, puentes y casas, extraer apendicitis y sacar cuentas, ignorando sus otras dimensiones y atributos sociológicos, antropológicos, pedagógicos y filosóficos, y como que si los educadores fuesen los únicos que participan en el proceso de aprendizaje de los estudiantes.
Según esta concepción, al dejar por fuera a los seres humanos y sus necesidades vitales de educabilidad para su desarrollo, el rol de la educación es ofrecer fuerza de trabajo entrenada, para que esta funcione como un complemento de las máquinas, las computadoras o las registradoras de dinero de bancos y supermercados, y que si no cumple con este rol, o lo cumple mal, es material descartable, no comprable o comprable a bajo precio en el mercado laboral.
A partir de esta simple relación, después vendrán los economistas, las ONG del sector educativo de la empresa privada y los líderes empresariales, a pedir una profunda transformación del sistema educativo, a fin de que este se adecúe a las demandas prioritarias de las empresas, y por eso, sin ninguna mediación, el énfasis se pone en el currículo de las asignaturas y en la capacitación de los docentes, suponiendo falsamente que de la manipulación docente de esos contenidos curriculares, van a surgir, como si fuese de un sombrero, las destrezas y los valores que demandan las empresas.
Desgraciadamente, esta manera instrumental, reduccionista y excluyente de concebir la función social de la educación, seguramente por el bajo nivel de interpretación de la realidad de nuestras ciencias sociales, y los problemas de empleo estable en nuestra sociedad, fácilmente ha encontrado terreno fértil para ganar adeptos y convertirse en la manera cuasi oficial de concebir la calidad de la educación, por ello y no por otra cosa, es que la Universidad nicaragüense lucha denodadamente en la actualidad por convertirse y ser imagen y semejanza del mercado. A eso le llaman Pertinencia, y a la función de Extensión o Proyección social universitaria, que en su concepto sociológico más puro significa poner a la Universidad al servicio de la transformación social y de los sectores empobrecidos, hoy sin ningún recato, en nuestras Universidades Públicas a eso se le llama Vinculación Universidad-Empresa.
* Profesor UNAN-Managua
Respecto de la primera, la concepción que prevalece tanto en las Cámaras empresariales, como en algunos círculos de economistas, sociólogos e intelectuales del campo educativo, es la que reclama a la educación competencias y valores de disciplina y lealtad laboral empresarial, para hacer producir y elevar la productividad de las empresas, y centros comerciales privados, y por ende, si los centros educativos, en especial las universidades e Inatec, no les están entregando los recursos humanos con las calificaciones que estas necesitan, entonces se acusa a la educación y sus instituciones de estarle ofreciendo al país una educación de baja calidad. La calidad de la educación entendida y conceptualizada según la cantidad y calidad de habilidades y saberes que la educación formal ofrece a sus empleados, para que estos eleven las ganancias y rentabilidad de sus empresas.
Así cada sector empresarial en su día, en fechas de aniversario o cuando se sacan cuentas de pérdidas y ganancias, uno de los factores puestos en cuestión respecto de estas últimas, es el personal profesional egresado de las universidades y de los centros de educación técnica. Los juicios no solo están dirigidos a los bajos niveles de productividad de la fuerza de trabajo, sino a la ausencia de especialistas que las empresas requieren y estas instituciones están llamadas a ofrecer. De esas conclusiones particulares, a la conclusión general final, sobre la baja calidad de la educación en Nicaragua y de adjudicarle esa condición a los educadores, solo hay un paso, como que si la educación solamente fuese aprender destrezas para “hacer” carreteras, puentes y casas, extraer apendicitis y sacar cuentas, ignorando sus otras dimensiones y atributos sociológicos, antropológicos, pedagógicos y filosóficos, y como que si los educadores fuesen los únicos que participan en el proceso de aprendizaje de los estudiantes.
Según esta concepción, al dejar por fuera a los seres humanos y sus necesidades vitales de educabilidad para su desarrollo, el rol de la educación es ofrecer fuerza de trabajo entrenada, para que esta funcione como un complemento de las máquinas, las computadoras o las registradoras de dinero de bancos y supermercados, y que si no cumple con este rol, o lo cumple mal, es material descartable, no comprable o comprable a bajo precio en el mercado laboral.
A partir de esta simple relación, después vendrán los economistas, las ONG del sector educativo de la empresa privada y los líderes empresariales, a pedir una profunda transformación del sistema educativo, a fin de que este se adecúe a las demandas prioritarias de las empresas, y por eso, sin ninguna mediación, el énfasis se pone en el currículo de las asignaturas y en la capacitación de los docentes, suponiendo falsamente que de la manipulación docente de esos contenidos curriculares, van a surgir, como si fuese de un sombrero, las destrezas y los valores que demandan las empresas.
Desgraciadamente, esta manera instrumental, reduccionista y excluyente de concebir la función social de la educación, seguramente por el bajo nivel de interpretación de la realidad de nuestras ciencias sociales, y los problemas de empleo estable en nuestra sociedad, fácilmente ha encontrado terreno fértil para ganar adeptos y convertirse en la manera cuasi oficial de concebir la calidad de la educación, por ello y no por otra cosa, es que la Universidad nicaragüense lucha denodadamente en la actualidad por convertirse y ser imagen y semejanza del mercado. A eso le llaman Pertinencia, y a la función de Extensión o Proyección social universitaria, que en su concepto sociológico más puro significa poner a la Universidad al servicio de la transformación social y de los sectores empobrecidos, hoy sin ningún recato, en nuestras Universidades Públicas a eso se le llama Vinculación Universidad-Empresa.
* Profesor UNAN-Managua