jueves, 27 de octubre de 2016

Primera Infancia, Familia y Cultura de Paz

Respecto a la relación entre niñez y escuela, se ha comprobado que los niños que logran cursar la educación orientada a la primera infancia están mejor preparados para continuar sus estudios en los siguientes grados de la educación básica y es menos probable que abandonen la vida escolar, en comparación con quienes no tuvieron esa oportunidad. Parecido es el caso de la relación entre niñez y desarrollo social, según la cual, cuando el proceso de escolarización de un conjunto de individuos inicia tempranamente, eso contribuye a disminuir los rangos de de-
sigualdad social, creando mayores oportunidades para todos y a superar los estragos de la pobreza.
Al referirnos a la educación en la primera etapa de la vida de los individuos hacemos referencia a la familia, como la primera agencia educativa y de socialización de cualquier sociedad. Esa reunión cotidiana de madres y padres, hermanos, tíos y abuelos, en la que nacen los seres humanos y en la que niños y niñas aún antes de pronunciar su primera palabra comienzan a interiorizar aprendizajes, memorizando y construyendo en su pequeña, dúctil y frágil memoria, los lenguajes, hábitos, usos, costumbres, voces y valores que practican recurrente y cotidianamente los adultos, miembros de ese reducido constructo social que conocemos con el nombre de familia. Ha sido demostrado científicamente que lo que el niño y la niña aprenden durante los primeros años de su vida marcará en mucho lo que serán sus comportamientos futuros cuando lleguen a su edad adulta.
En este contexto, según sea el medio psicosociológico, afectivo y cultural en que le toca en suerte nacer y moverse en sus primeros días, meses y años al niño o la niña, así será en gran medida el nivel de respuesta y comportamiento en la escuela cuando ingrese a la educación formal, así será su relación con sus compañeros y maestras, así será la práctica del Valor Respeto en las aulas de clase y así serán sus calificaciones en el boletín escolar; de igual manera, también en gran medida, así será su manera de comportarse en su vida adulta y ciudadana en la cuadra, el barrio y la comunidad, en el centro de trabajo y los lugares de diversión y prácticas religiosas.
El pasado 17 de octubre, El Nuevo Diario publicó en la primera página de su sección Globo una noticia referida al origen de la violencia que desgraciadamente desangra a El Salvador y que se refiere a este tema de apabullante actualidad.  La noticia inicia así: “las formas de crianzas con las que son corregidos los niños y adolescentes de El Salvador, uno de los países más  peligrosos del mundo, generan más violencia porque están ligadas al maltrato físico y psicológico. La directora del Consejo Nacional de la Niñez y de la Adolescencia (Conna), Zaira Navas, aseguró a Acan Efe que los patrones violentos existentes en la sociedad salvadoreña fueron adquiridos a partir de la crianza, porque los padres, madres o cuidadores entienden por disciplina el castigo físico”.
El caso de El Salvador no es único, el problema de la violencia en contra de la niñez es generalizado. El señor Paulo Sassarao, representante adjunto de Unicef en Nicaragua, en entrevista reciente para El Nuevo Diario, afirma que “en todo el mundo, independientemente de las circunstancias económicas, sociales, culturales, religiosas o étnicas, la violencia contra los niños es aceptada o tácitamente tolerada, y no se le considera como abuso.  En promedio, 6 de cada 10 niños del mundo (unos mil millones) de 2 a 14 años de edad sufren de manera periódica castigos físicos (corporales) a manos de sus cuidadores”.
En Nicaragua territorio de paz, el Gobierno de la República a través de los ministerios de la Familia, Educación y Salud y específicamente de los Consejos y Consejerías de la Familia y Consejerías Escolares, realiza talleres, congresos, cursos, módulos autoformativos y manuales para padres y madres, con el apoyo de organizaciones gremiales magisteriales, estudiantiles y juveniles como la CGTEN-Anden, la FES y la Juventud Sandinista, con el objetivo de sembrar semillas de convivencia en el seno de las familias nicaragüenses, para hacer que este presente de paz sea sustentable y sea para siempre.