Hablar de educación en
cualquier país hoy, es hablar de su calidad. Siendo esta un constructo social,
a su proceso concurren articuladamente un conjunto de factores exógenos y
endógenos a la vida escolar, entre los que sobresalen: el contenido de lo que se
enseña y se aprende (el currículum), los y las docentes que administran y
gestionan esos contenidos desde su programación hasta su evaluación, y los
propios estudiantes, como sujetos de aprendizaje y de su propio aprendizaje,
incluidos su familia y su entorno económico y social.
Respecto
al factor docente, recientemente, los días 30 de septiembre y primero de
octubre pasado, se realizó en nuestro país un Congreso Internacional de
Formación Docente con la participación como expositores en esta área del conocimiento
educativo, de expertos de Cuba, Perú, Argentina y de organismos especializados
del Banco Mundial y la Unesco y con la participación como talleristas de todos
los cuadros dirigenciales del Mined a nivel institucional y territorial,
directores y docentes de centros educativos y de las escuelas normales,
coordinadores de TEPCEs y dirigentes y docentes de las facultades de educación
del país.
Sobre
la cuestión docente en Nicaragua, América Latina y el mundo mucho se ha
investigado, se ha escrito y se ha hablado. Es un tema de difícil abordaje y
tratamiento dada la variedad de sus múltiples caras y facetas, distribuidas en
un amplio abanico, que van desde el reclutamiento y selección del personal,
hasta su evaluación, pasando por su remuneración salarial y atención, cuidado y
desarrollo profesional, formación, capacitación y promoción.
De lo
anterior se deriva que la problemática docente, como fundamental para la
elevación de la calidad de la educación, no se resuelve solamente con más y
mejores programas de formación y capacitación. Es más, mucho más compleja. No
obstante, si del conjunto antes mencionado, solamente con propósitos de
análisis, aislásemos el componente de la formación y le convertimos en objeto
de estudio, éste también presenta su propia complejidad cuyos componentes
fundamentales son los de todos procesos formalizados de educación, esto es: un
currículo o planes de estudios; los docentes llamados también para este caso
formadores de formadores, y los estudiantes futuros maestros o profesores.
Sobre
el currículo normalista o de las facultades de educación. Igual, una amplia
bibliografía aconseja que hacer de acuerdo a los diferentes contextos. Sobre
este tema, para el caso de Nicaragua y de muchos de los países de América
Latina y el Caribe, antes que los futuros docentes aprendan las artes de la
didáctica y de cómo enseñar, nuestro criterio es que lo primero de lo primero
debería de ser que conozcan a profundidad el contenido de lo que van a enseñar.
Esto es así para los docentes de todos los niveles, incluso universitarios. En
Perú y Guatemala, recientemente se les administró a maestros de sexto grado,
los mismos exámenes que ellos le habían practicado a sus estudiantes y los
resultados fueron igual o peor que el de estos, especialmente en matemáticas y
español.
Respecto
a los docentes de las escuelas normales y de las facultades de educación,
Nicaragua cuenta con una fortaleza muy grande. En los últimos años, con el
apoyo de la Coordinadora Educativa y Cultural de Centroamérica la CECC-SICA, la
mayoría de los profesores de las escuelas normales han realizado estudios de
Maestría. Igual ha pasado y está pasando con los profesores de las facultades
de educación. Lo que queda pendiente en este campo es un problema que es común
a todos los que ejercemos el magisterio en nuestro país, y que trasciende a la
academia y al régimen de estudios en cualquier universidad, me refiero
especialmente a la fragilidad de la actitud y el compromiso de muchos de
nosotros con el sentido de nuestro quehacer y de la profesión magisterial en
general.
Respecto
a los estudiantes de magisterio, pienso que Nicaragua cuenta con una cantera
extraordinaria en su juventud, que eventualmente podría ser transformada en un
poderoso movimiento magisterial de cara al porvenir. Todos los movimientos
juveniles de la Juventud Sandinista y la Federación de Estudiantes de
Secundaria. Movimientos culturales, deportivos, ecológicos. De comunicadores,
alfabetizadores y de alumnos monitores, etc., son tierra fértil para la
construcción del magisterio nicaragüense del futuro. Los programas de formación
docente de los años venideros deberán contar con la juventud nicaragüense. Con
su actitud proactiva, entusiasta, solidaria y progresista ya tenemos ganada la
mitad de la batalla.
*Secretario
Permanente de la Comisión Nicaragüense de Cooperación con la Unesco.