En cada país, cada gobierno, según
la ideología que orienta sus acciones, le asigna a la educación escolar
determinadas misiones y tareas. En aquellos países en donde los gobiernos están
o fueron presididos por coaliciones empresariales, a saber: Chile de Piñera,
Panamá de Martinelli, Nicaragua de Bolaños, obviamente la educación tiene o
tenía orientaciones relacionadas con las necesidades y desarrollo de los
negocios y el mercado. En Nicaragua, en la actualidad, aunque este sector dejó
de ser gobierno en el año 2007, desde sus ONG, universidades y centros de
investigación, sus representantes pugnan denodadamente por desprestigiar los
esfuerzos gubernamentales por superar las grandes insuficiencias en el terreno
educativo, e incidir en las decisiones de políticas educativas a fin de que
estas respondan a sus intereses.
En esta
dirección, aconsejan no solo sobre el tipo de carreras que deben ofrecerse en
los centros de educación técnica y los centros de educación superior, sino que
también respecto a contenidos curriculares y hasta del tipo de valores que
deben promoverse en escuelas y aulas universitarias.
Caso
contrario en países como Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia o Nicaragua, la
política educativa tiene otra orientación relacionada principal y
fundamentalmente con las necesidades de bienestar y plenitud humana de las
poblaciones empobrecidas.
Para los
gobiernos de estos últimos países, la educación no solo es un componente del
sector social, igual a la salud, la vivienda y el empleo, sino que la educación
es concebida como estrategia fundamental en la lucha contra las causas en donde
se incuba y reproduce la pobreza. Ese es el sentido, por ejemplo, de las
Campañas de Alfabetización para la población adulta analfabeta y de programas
educativos orientados sectorialmente a las poblaciones con mayores limitaciones
económicas y sociales, tales como la Merienda Escolar y su rol en la lucha
contra el hambre y la desnutrición infantil; los programas de becas para
estudiantes en situación de pobreza y con alto rendimiento académico, y lo
fundamental, el establecimiento de la gratuidad de todos los servicios
educativos de los países.
La
educación nicaragüense es un libro abierto para observar esta dicotomía, ya que
si se comparan las políticas educativas y perfiles curriculares y
administrativos de las escuelas de las cuatro educaciones nicaragüenses de los
últimos cincuenta años, es posible diferenciar los componentes estructurales
característicos que identifican a cada una de ellas.
La
Educación Desarrollista del último período de la dictadura militar somocista de
los años sesenta y setenta, orientada por la Alianza para el Progreso y
caracterizada por la exclusión y el cincuenta y tres por ciento de la población
mayor de catorce años analfabeta; la Educación Popular de la Revolución
Sandinista, caracterizada por la masividad, la gratuidad de la educación en
todos los niveles, ciclos y modalidades y el discurso nacionalista y
antiimperialista; la Educación de los dieciséis años neoliberales a partir de
1990, determinada por los mandatos globales del mercado, propios de este régimen
social y caracterizada por la exclusión y la centralidad del dinero y de las
relaciones mercantiles en las relaciones sociales escolares, y la Educación en
el actual período revolucionario, que recupera la gratuidad de la educación y
los principios y valores de la educación popular de los años ochenta.
Un mismo
país, dos tipos de educación para dos tipos de modelos de desarrollo. Por un
lado, una educación orientada a la privatización, el mercado y los negocios, y
por el otro, una educación gratuita orientada a los derechos humanos y al
desarrollo humano.