En
artículo anterior procuramos analizar los orígenes de los totales de la
matrícula escolar en Nicaragua y por extensión a los otros países de menor
desarrollo relativo de América Latina, con especial énfasis en los países de la
región centroamericana. Nuestra posición respecto a ese tema es diferente a la
que sostienen y promueven un sector de nuestros y nuestras analistas educativos
y algunas periodistas, que afirman que las causas de la baja matrícula escolar
en nuestros centros de estudio hay que buscarlas en el interior del sistema
escolar, léase: las desfasadas políticas educativas, el bajo presupuesto para
la educación y la deficiente administración escolar, obviando, excluyendo y
ubicando al margen a la madeja de factores exógenos a la vida de las escuelas y
que se generan y reproducen fundamentalmente en la vida familiar y social.
Con los resultados escolares de la Educación Básica y Media en
cada ciclo evaluativo, los exámenes de admisión en las universidades públicas o
las pruebas del Llece-Unesco-Santiago pasa igual. Los bajos resultados en
los exámenes de matemáticas y lengua literatura es culpa de los maestros
y maestras y de los currículos de los diferentes grados y niveles del sistema
escolar, obviando, excluyendo, ubicando al margen e invisibilizando al actor
principal del proceso de aprendizaje como son los estudiantes. Es decir a los
sujetos de la educación formal, que es en quienes se materializan los
resultados escolares y por ende la calidad de la educación.
La exclusión de la familia respecto a la matrícula escolar y a
los estudiantes respecto a sus aprendizajes medidos en los resultados
escolares, es un error metodológico, que por reduccionista, impide tener
sobre la mesa a la totalidad holística de todos los factores exógenos y
endógenos que construyen la escolaridad y su calidad en cualquier país del
mundo.
El análisis tradicional de los resultados escolares y/o de los
aprendizajes y/o de la calidad de la educación, le adjudica a los maestros y
maestras toda la responsabilidad sobre los mismos. De ahí que ante las
bajas tasas de estudiantes aprobados bimestralmente en el sistema escolar, y
dado que la culpa es de los y las docentes, por motivos obvios, las
recomendaciones son para transformar, cambiar o modernizar los planes y
programas de estudio de los centros formadores o de capacitación de los
maestros y profesores y/o la conversión de las Escuelas Normales en Escuelas
Normales Superiores, en Facultades de Educación o en Universidades Pedagógicas.
A la par de los cambios al currículo de la carrera docente, con
sobrada razón se pide aumento de sueldos para todas las categorías del
magisterio, hasta alcanzar el promedio centroamericano, bajo el supuesto de que
a cada aumento de sueldo las consecuencias serán, aumento, cara a cara, de la
calidad de la educación y por ende de los resultados escolares. Esta hipótesis
la pone en duda la experiencia centroamericana. Los sueldos de los magisterios
de Honduras, Guatemala y El Salvador son superiores, y en algún caso muy
superiores a los sueldos del magisterio nicaragüense, pero los resultados
escolares, no son muy distantes de los resultados de los estudiantes
nicaragüenses. Esto dice que algo está haciendo falta en las hipótesis y
los análisis
Junto al magisterio, el otro factor que se propagandiza como
fundamental para elevar los resultados escolares es el del currículo. Sobre
este tema, en muchos casos se emiten juicios sin conocer y por ende haber
tenido en las manos y haber estudiado los ciento veinticinco documentos
curriculares (programas de estudio, guías didácticas, libros de texto,
cuadernos de trabajo, etc.) que conforman el actual currículo de la Educación
Básica y Media, y solo con fundamento en la teoría curricular normal, común y
corriente que se aprende en los cursos universitarios, como si en el proceso de
elaboración del currículo nicaragüense en los años 2007 y 2008, los
especialistas que lo elaboraron hubiesen ignorado los mismos, y más aún, como
si nuestro Currículo Nacional no tuviese componentes propios y originales
como fue por ejemplo la Consulta Nacional del Currículo (2007) y/o el enfoque
de descentralización y contextualización del currículo, a través de la
estrategia de concederle un setenta por ciento de obligatoriedad a los
contenidos del Currículo Nacional y un treinta por ciento a los contenidos
locales para su contextualización en los Tepces y Núcleos Educativos.
El ignorar al y a la estudiante y al origen social de las
familias del estudiante en el análisis de los resultados escolares, y reducir
estos a factores endógenos como el magisterio y el currículo, es jugarle
una mala pasada a la verdad y de paso a la ciencia y a la posibilidad de forjar
políticas educativas de calidad seguras e integrales, de cara a dar solución al
flagelo de la mala educación, que efectivamente está en las escuelas, pero
también en los entornos económicos, sociales y culturales de las mismas.