El financiamiento gubernamental
a la educación se ha transformado en el centro de todas las preocupaciones de
las organizaciones y medios de prensa opositores al gobierno sandinista, cuando
de tratar el tema educativo del país se trata. Es algo tan obsesivo, que tal
pareciera que la problemática educativa nacional se redujera a una cuestión de
pesos y centavos, tal que si se aumenta el presupuesto para la educación,
automáticamente, como por arte de magia, todo encontraría arreglo y solución.
Sobre
este tema hay varios mitos, mentiras y verdades que conviene aclarar.
Dinero
para la educación vs. políticas educativas: ¿Qué es primero? Obviamente que lo
primero son las políticas, es decir en qué temas, aspectos, áreas o problemas
invertir, tomando en cuenta el amplio universo de la educación. Pero no basta
hacer un listado de temas o áreas problémicas. Hay que jerarquizarlas por orden
de importancia y prelación. Hay que convertirlas en sistema, según el cual,
todas las políticas según los temas interactúan entre sí. Esto es fundamental
para establecer presupuestos en el terreno educativo, en tanto el
financiamiento de una política puede hacer nodo con el financiamiento de otra
política contigua y así optimizar recursos. Entonces si esto parece lógico,
¿por qué poner, insistentemente los bueyes delante de la carreta? La única
explicación es porque el tema del dinero público no es técnico, ni
metodológico, sino que es político.
¿El 7%,
o el 6% o el 15% del Producto Interno Bruto para la educación? Ni lo uno, ni lo
otro, ni el otro. Todo va a depender del tamaño y profundidad del problema a
atender en cada política y si el área problemática recibe financiamiento de
parte de otros ministerios o instituciones. Estos son los casos, por ejemplo,
de la Política de Primera Infancia que es atendida sistémicamente por los
ministerios de Educación, Salud y de la Familia, o el caso del Programa de
Alimentación Escolar, que igual es parte de la Política de Soberanía
Alimentaria y Nutricional del país en la que participan varios
ministerios.
¿El
presupuesto para la educación es solamente el que aparece en el libro del
Presupuesto General de la República? No. Eso refleja una concepción
escolarizada y reduccionista de la educación, impidiendo observar a esta de
manera holística, integral y compleja, dejando por fuera a todos los actores de
la educación, especialmente a las familias de donde proceden los estudiantes.
Excluyendo también otras formas y maneras de organización del Estado y del
ejercicio del Poder y de las relaciones entre los seres humanos, cruzadas por
el valor de la solidaridad, un comportamiento social que no tiene precio, ni se
vende en el mercado.
Nicaragua,
durante la Revolución Sandinista y en la actualidad, tanto en términos sociales
como institucionales, es un claro ejemplo de esto. En los años ochenta la
Cruzada Nacional de Alfabetización, habría costado tres veces más de lo que
costó, si no hubiese sido por la solidaridad de tanto joven alfabetizador y sus
familias. Los programas emblemáticos del Gobierno sandinista en la actualidad
orientados a las familias empobrecidas, especialmente a las mujeres y a las
madres solteras, tales como Casas para el Pueblo, Hambre Cero, Usura Cero,
Alfabetización de Adultos y Cooperativas de Producción para Artesanas, son
programas con profundas implicancias y consecuencias en la educación de la
niñez y la juventud empobrecida de este país, no solo en términos de su acceso
y permanencia en la matrícula escolar, sino que también en los procesos de
socialización en los valores familiares tan necesarios en los procesos
educativos.
La
participación de las alcaldías en apoyo a la reparación y construcción de
escuelas en las zonas rurales y la donación de infraestructura informática a
los centros de estudio, así como el apoyo de las facultades de educación de las
universidades públicas a elevar la calidad de la educación, expresan procesos
de articulación y unidad en la acción, entre instituciones públicas con
orientación a una misma meta y finalidad en el terreno educativo.
Todos
estos hechos y otros que podrían mencionarse, indican un enmadejamiento de
“vigores dispersos” alrededor de la distribución de cargas financieras de la
obra educativa de la revolución, que rebasa la insistencia enfermiza de más
presupuesto para la educación, de algunos sectores, como si el financiamiento
de esta solo dependiese del Presupuesto General de la República.