Cuando Paulo Freire visitó
Nicaragua en el contexto de la Gran Cruzada Nacional de Alfabetización, dejó
planteado un desafío a los educadores nicaragüenses, orientado a trasegar
algunos de los atributos de la educación no formal e informal, propios de la Cruzada
de Albetizacón, a la educación formal del sistema escolar del país. El desafío
tenía un destinatario muy claro, ubicado en las oficinas del viceministerio de
Planificación y Políticas Educativas del Mined, que estaba a mi cargo.
Con esta
preocupación pendiente, un sábado de junio de 1980 por la tarde, cuando la
Cruzada llevaba tres meses de realización, viajando hacia Juigalpa, frente al
empalme de la carretera a Camoapa, en la Escuela San Francisco, pude observar
que habían muchos jóvenes con camisa de alfabetizadores y pañoletas rojinegras;
sospechando que aquella reunión tenía algo que ver con la Cruzada, detuve el
carro, y sin que nadie me invitara, me fui a observar desde las ventanas del
salón escolar aquella asamblea sorprendente e inusitada.
Después de
conversar con algunos de los muchachos que estaban fuera del local, pude saber
que los alfabetizadores se reunían todos los sábados para evaluar la semana
transcurrida y a programar la semana siguiente. Aquel evento, que para los
muchachos ahí reunidos parecía como algo normal, me pareció un hecho lleno de
múltiples posibilidades, si creativamente trasladábamos la experiencia de la
educación no formal de la epopeya alfabetizadora a la educación formal, la
misma que simultáneamente estaba ofreciéndose de lunes a viernes en las aulas
del país.
Paso
seguido, continué mi viaje hacia Juigalpa y allá, en mi casa, me di a la tarea
de escribir el bosquejo general de lo que a partir de ese momento comencé a
llamar Talleres de Evaluación, Programación y Capacitación Educativa, TEPCEs.
El día lunes, de nuevo en el ministerio, apenas llegué a las siete de la
mañana. Al ministerio, llamé a mis compañeros Evenor García Corrales y Pedro
Conrado Flores, responsables del área de Programación de los Aprendizajes
(Currículo) y les conté sobre el hallazgo. Ellos me animaron a presentar la
idea ante el doctor Carlos Tünnermann, ministro de Educación, a fin de contar
con su apoyo y aprobación.
Después de
aprobada la idea, esta pasó a ser consultada con los delegados regionales y
departamentales del Mined, quienes le incorporaron nuevas justificaciones.
Asimismo, con ellos elaboramos el plan y cronograma para su implementación a
partir del año 1981.
A mediados
de los ochenta, las urgencias de la Revolución se engulleron la riqueza de los
TEPCEs, desvirtuando su sentido como espacios de evaluación y programación
educativa. Después, durante los diez y seis años neoliberales, los TEPCEs
fueron convertidos en simples procesos de intercapacitación. Sería hasta en el
año 2009, de nuevo con los sandinistas en el poder y con la puesta en práctica
del nuevo currículo, que los TEPCEs retornaron a casa.