viernes, 24 de marzo de 2017

Cuando los estudiantes no necesitan a sus maestros

Durante los cincuenta y cinco años de mi vida como maestro de aula, producto de la reflexión y crítica sobre mi propia práctica docente, mis lecturas sobre la experiencia  de otros colegas y conversaciones con mis pares del magisterio, he logrado construir una convicción simple, radical e irreductible, esta es: que el más alto nivel de logro de un educador se produce en el día  que sus estudiantes ya no lo necesitan, y no lo necesitan porque los mismos han logrado alcanzar el aprendizaje y manejo de la práctica,  aplicación y uso de los conocimientos, destrezas, habilidades y valores que los educadores buscamos enseñarles.
Son los casos por ejemplo, de las maestras y maestros de primer grado de la educación primaria, durante el proceso de enseñar  a leer y escribir a sus estudiantes o de los estudiantes de la especialidad de cirugía, o  de las ingenierías durante el proceso de aprender destrezas y habilidades para realizar operaciones quirúrgicas y cálculos matemáticos.  Cuando en los dos tipos de casos, durante el proceso de aprendizaje, hay un momento en que respecto a las orientaciones e indicaciones de sus maestros, por sus propios medios y sin ninguna ayuda externa, pueden leer,  escribir e interpretar correctamente textos y lecturas, y realizar las actividades propias de los protocolos médicos e ingenieriles, en ese momento es cuando la magia del aprendizaje se ha producido.  El aprendizaje como autonomía e independencia de quien aprende respecto a quien le enseña.  Autonomía para continuar aprendiendo por sus propios medios.  Aprendizaje, que en el proceso de construcción del conocimiento, se va a convertir en antecedente de los  aprendizajes del futuro.
En este orden, para quien escribe, autonomía en educación, es cuando el estudiante, como resultado del proceso de enseñanza-aprendizaje, en un momento de ese proceso, no necesita a su maestro o maestra para continuar avanzando en su proceso de aprendizaje y para alcanzar nuevos aprendizajes.  Como me expresó en una oportunidad un estudiante de metodología de la investigación de la UNAN-Managua y que ahora trabaja en un Instituto de Investigaciones:  “al enseñarme a investigar, usted me dio alas, ahora ya puedo volar por mi propia cuenta, ya no lo necesito”.    Son las alas que le crecen a los niños y niñas cuando adquieren las destrezas de la lectura y la escritura y en un momento dado ya pueden leer y escribir autónoma e independientemente.  Son las alas de los estudiantes de matemáticas, que igual, en un momento dado, alcanzan el nivel de competencias exigidas por el currículo del grado correspondiente, y ya pueden avanzar con sus propios medios,  a niveles más altos de complejidad en el aprendizaje de esta disciplina.
Por ello es que, convencido de la certeza de esta conclusión, referida al tema de la autonomía pedagógica del estudiante frente a sus maestros o maestras como sinónimo de aprendizaje, y aplicando la misma a una de mis apuestas más insistentes en el terreno educativo, al referirme a la necesidad de la investigación científica en la universidad nicaragüense, hemos postulado que la universidad debe enseñar a los estudiantes a investigar, no solo para que estos  contribuyan a incrementar el acervo de saberes y conocimientos sobre la realidad de su entorno,  sino que también para que los propios estudiantes aprendan a través de la investigación, a continuar aprendiendo autónoma e independientemente, (actualizando, renovando, ampliando y profundizando sus conocimientos), una vez que hayan egresado de las aulas universitarias.  Que la universidad enseñe a los estudiantes actitudes y aptitudes investigativas, como método para continuar aprendiendo autónomamente y por cuenta propia, la teoría y el método de la carrera de su escogencia, más allá de la universidad, durante toda su vida profesional, en el contexto de la Revolución Científica y Técnica y cuando los conocimientos cambian y se distribuyen mundialmente a velocidades nunca vistas.
Aprender para el aprendizaje autónomo y permanente en las calles y centros de labor y de recreo de la Ciudad Educativa.  Autónomo sin necesidad de su maestro, permanente durante toda la vida, en la Ciudad Educativa, es decir, en todos los espacios de la vida en sociedad, en las escuelas y más allá de las escuelas.

jueves, 9 de marzo de 2017

Aquellos días cuando para estudiar había que pagar (4)

¿Por qué  los cobros mensuales en las escuelas, los viernes locos, la manipulación de las estadísticas y todas las trampas de la autonomía escolar en Nicaragua, se convirtieron en procesos rutinarios, lógicos y hasta necesarios, y aún hoy, después de 10 años de clausurado el engendro, en algunos claustros docentes, la idea del dinero, la usura y el negocio aún están presentes como si fuese el primer día?
La explicación de este comportamiento social es la siguiente: cuando  en una organización social, jurídica e históricamente constituida, como los centros escolares, se realizan recurrentemente actividades sancionadas por la convención como correctas y deseables, poco a poco, sin que nadie se lo proponga, las mismas van adquiriendo autonomía respecto a la voluntad de los actores sociales y se van convirtiendo en acciones necesarias para su funcionamiento y existencia, provocando su legitimidad e institucionalización.
La educación nicaragüense es un libro abierto para observar este proceso, ya que si se comparan los perfiles axiológicos de las escuelas de las tres educaciones nicaragüenses de los últimos 60 años,  es posible diferenciar los componentes ideológicos y estructurales  que identifican a cada una de ellas.
La educación desarrollista del período somocista de los años 60 y 70 del pasado siglo influenciada por la Alianza para el Progreso; la educación popular de los años 80, impactada por el flujo ideológico de la Revolución Sandinista y su discurso nacionalista y antiimperialista, y la educación neoliberal del período 1990-2006, determinada por los mandatos globales del mercado,  la preeminencia y centralidad del dinero y de las relaciones mercantiles en las relaciones sociales escolares.  Cada una, en sus respectivos períodos, construyeron sus propios valores, usos, costumbres, normas, rutinas y principios, hasta ir, día a día,  legitimando  e institucionalizando sus componentes estructurales,  axiológicos y culturales.
Para el caso de la educación en el período neoliberal, esta forjó sus propios mecanismos, valores y patrones de comportamiento, tanto a lo interno de los centros educativos, como en las relaciones externas entre estos y las familias con hijos matriculados en los mismos.  Era obvio, igual que en la sociedad revolucionaria de los años 80, no se dejaba ningún espacio cultural sin promover, sembrar y cultivar los valores y principios patrióticos y solidarios ligados a los intereses de la población empobrecida; en la sociedad neoliberal, en donde el mercado es el mecanismo que rige y ordena el comportamiento social, la escuela, que es el lugar en que se reproducen  los valores dominantes y se forman los recursos humanos para que el mercado funcione, también fue el espacio para convertir las relaciones sociales educativas en relaciones mercantiles.
De esta manera, las llamadas “cuotas voluntarias”, la forja y desarrollo de las “pulperías escolares” y la creación de múltiples “actividades recaudatorias” de dinero en las escuelas, fueron procesos sistémicos absolutamente coherentes y lógicos con los procesos de oferta y demanda que se construían y desarrollaban multiplicados en centros comerciales, plazas, calles y avenidas y en el mercado formal e informal de las ciudades, conformando el corazón del régimen social conocido como neoliberalismo.
Para el análisis sociológico de la escuela, este hecho lógico y hasta natural no tendría nada de extraño, si no fuese que el mismo tenía consecuencias negativas de gran envergadura tanto para el goce pleno del derecho a la educación de parte de la niñez y la juventud empobrecida,  como para la función educativa  de las escuelas y el sentido ético de la profesión docente en Nicaragua.  Esto fue así porque, entre otros motivos, el incumplimiento del pago mensual en las escuelas, casi siempre daba origen a críticas, regaños y sanciones de los maestros a sus estudiantes, convirtiendo a la escuela en una institución expulsiva y no atractiva para importantes sectores de la infancia y la adolescencia, siendo lo más grave del caso  que muchas veces, el cobro se ligaba a valoraciones del conocimiento y a puntajes que nada tenían que ver con el aprendizaje y la creación de hábitos, valores, actitudes y virtudes de la niñez, sino todo lo contrario, la formación de antivalores, basados en que se podía aprender comprando calificaciones y se obtenían  conocimientos y valores mediante el pago de dinero.