jueves, 22 de febrero de 2018

Juigalpa, la educación, doña Chepita y mi hermano el alcalde

Durante los años cincuenta del pasado siglo, Juigalpa era dos largas calles que unían de este a oeste a los barrios Palo Solo y la Cruz Verde y de norte a sur a los barrios Pueblo Nuevo y Punta Caliente. Un pueblo pequeño de unos ocho mil habitantes, con dos escuelas primarias y un instituto de secundaria, fundado a mediados de los cuarenta con el nombre de Josefa Toledo de Aguerri.
El Josefa Toledo era el único instituto de Chontales y de todo lo que en los años ochenta se conoció como Quinta Región. Este hecho de cultura institucional obligó a que numerosas familias  de ganaderos de todos los municipios chontaleños y del hoy Zelaya Central y Río San Juan, se trasladaran con sus familias a Juigalpa atraídas por el oro de la educación secundaria del Josefa Toledo. En la actualidad, setenta años después, la atracción sigue siendo el oro de la educación, esta vez con ocho universidades, tres nacionales (la UNAN-Managua, la UNI y la UNA) y cinco privadas.
Juigalpa es hoy, sin duda, la capital de la educación de nuestro país. De cada cien personas de todas las edades, por lo menos noventa o estudian o son maestros o viven de la educación con servicios de todo tipo en apoyo a la misma. Incluso sábados y domingos las universidades, colegios, calles y carreteras se presentan llenas de estudiantes y maestros que van a los cursos sabatinos o dominicales.
Por esta razón cuando se informó la noticia acerca de que nuestro gobierno había decidido inaugurar el Año Escolar 2018 en la ciudad de Juigalpa, la noticia cayó como cuando las semillas caen en tierra buena, más aún cuando la información completa decía que la actividad se ofrecía a Josefa Toledo de Aguirre, la Chepita Toledo de los juigalpinos, y a los maestros de Juigalpa, algunos de los cuales han sido galardonados como los mejores maestros del país por el Ministerio de Educación, recientemente. 
La importancia de este hecho se debe a que ese tesoro que es la educación para los juigalpinos, como en un círculo virtuoso extraordinario, está dando sus mejores frutos, con representantes tanto en las aulas de clase, como en la vida pública de la ciudad. En los últimos años un amplio grupo de maestros y estudiantes de colegios e institutos públicos y privados de Juigalpa, han alcanzado el mérito académico de mejores maestros y mejores estudiantes del país. La lista es larga, mejores maestros de Nicaragua: Walkiria Carrillo García, en el 2012, José Adán Duarte en el 2016 y Alexander Soza Cano y Elba Medrano Dompé el año pasado, 2017; y mejores estudiantes Emilio de Jesús Rocha, mejor bachiller en 2010, Pedro Granja Berríos y Halima Valeria Suárez Miranda, Mejor Bachiller en 2016 y Aracely Emperatriz Raúdez Téllez, Mejor Bachiller 2017.
Y si el examen anual de admisión de la UNAN-Managua ha sido conceptualizado como criterio de calidad de la educación nacional, el titular de El Nuevo Diario, del viernes 9 de febrero del 2018, decía: Dos chontaleños obtienen mejores promedios de Admisión en la UNAN-Managua. En efecto los bachilleres Ariana Patricia Sequeira Téllez, con un promedio de 96.3, Erner Josué Amador Peralta, con 95.8 y Shirley Ellazith Hidalgo Flores con 92.5, egresados de institutos y colegios de Juigalpa obtuvieron los más altos promedios en el examen de admisión de esta universidad, de un total de 14,252 estudiantes que en todos los recintos de la universidad a nivel nacional se presentaron al examen el pasado 21 de enero.
Pero la buena educación no se expresa solo en el interior de la vida escolar en la relación buenos maestros-buenos estudiantes, sino que también en la relación educación sociedad, sean estas escuelas y su relación con las empresas o escuelas y su relación con las instituciones, es el caso por ejemplo, del gobierno municipal de Juigalpa, en el que los dos últimos alcaldes han sido maestros, me refiero a María Elena Guerra Gallardo, Alcaldesa durante dos periodos, y mejor maestra de Nicaragua en el año 2003 que fuera profesora de español en diferentes centros educativos de Juigalpa y alcaldesa durante dos períodos (2008-2015) y que falleciera en el ejercicio de ese cargo en el año 2015, y Erwing De Castilla Urbina, profesor de español como Joffiel Acuña Cruz y Gregorio Aguilar Barea, maestro normalista por antonomasia, egresado de la Escuela Normal de Jinotepe, profesor de la Escuela Normal de Estelí y fundador de la Escuela Normal de Juigalpa; que fuera el primer alcalde sandinista entre el 2004 y el 2008 y ganara las elecciones del año pasado con el 82 por ciento de los votos.
Así es Juigalpa la capital de la educación. El pueblo donde naciera la Chepita Toledo y nuestro Guillermo Rothschuh Tablada, el pueblo de los mejores maestros y mujeres estudiantes del país.

jueves, 8 de febrero de 2018

La internacionalización de la universidad nicaragüense

La irrupción de la universidad privada en Nicaragua, América Latina, el Caribe y el mundo en el contexto de la rápida evolución del capitalismo neoliberal y la traumática convivencia de esta con la universidad pública venida del período colonial, hace muy complejo para las ciencias sociales apretar en un solo puño, dar identidad, calificar y caracterizar como a una unidad singular, a la pluralidad de universidades nicaragüenses de la actualidad. Este hecho se torna más complejo, producto del proceso de globalización de las relaciones internacionales, en que cada día es más común hablar de procesos de internacionalización de la educación superior y de las universidades y/o de programas académicos internacionales, tanto en los campos de la docencia, donde son más frecuentes, numerosos y diversos, como de la investigación y la extensión, en virtud de los cuales se ha originado una gran cantidad de combinaciones y modalidades que tienen como base material de estudio las computadoras, Internet , las agencias de viaje y los aviones.
Esta explosión de las posibilidades de la universidad contemporánea tiene su origen en los nuevos requerimientos de la economía global y el tráfico y tránsito de mercancías y seres humanos entre países. Así como la Toyota o la Samsung fabrican sus camionetas y celulares con autopartes y accesorios fabricados y ensamblados en diferentes partes del mundo, igual las universidades, producen en serie el personal ingenieril y administrativo que deberán fabricarlos y administrarlos. Por ello es absolutamente lógico que la Motorola, sin ninguna preocupación ética, compre universidades de ingeniería en México, Brasil o Argentina.
“La internacionalización de la educación superior, como bien lo dice el mexicano Axel Didriksson Takayanagui, es ante todo reflejo del carácter globalizador y del papel relevante que ha alcanzado el conocimiento. Este carácter se determina por la importancia que están presentando las instituciones de educación en la revolución científica y tecnológica, en la interdependencia de las economías nacionales, en los procesos de integración regional y subregional, en la cada vez mayor necesidad de intercambio cultural y educativo, dinamizado por las redes informáticas y las telecomunicaciones”.
En Nicaragua, los procesos de internacionalización de las universidades guardan estricta correspondencia con el tamaño y nivel de desarrollo de la sociedad, la economía y la universidad, en ese orden, salvo honrosas excepciones en los campos de las ingenierías, nuestras universidades, públicas y privadas, más que participantes, de igual a igual, de los procesos de internacionalización universitaria son usuarios de los mismos. Empíricamente esto es posible comprobarlo observando las noticias universitarias que se publican en los medios de comunicación como noticias, entrevistas y publirreportajes, que informan sobre programas conjuntos, profesores visitantes o asistencia de académicos nicaragüenses a eventos en el extranjero.
En este contexto urge pensar en un centro de estudios sobre la universidad y/o en un programa de investigación permanente sobre la universidad nicaragüense, sus antecedentes, sus referentes conceptuales, sus modelos académicos, su organización, sus relaciones endógenas y exógenas y sus productos, que permitan identificar y caracterizar a la universidad de hoy en nuestro país, a fin de saber qué productos encargarle, tanto en términos particulares de las empresas e instituciones públicas y privadas como a nivel de la sociedad en general, y para prever el futuro y hacer que la educación superior en general y la universidad en particular, puedan convertirse en verdaderas palancas científicas y académicas para el desarrollo del país.
En fechas anteriores, en cinco artículos publicados en El Nuevo Diario, quien escribe ha propuesto un conjunto de hipótesis sobre la historia de la universidad nicaragüense desde su fundación, con base en una periodización que originalmente  formulé en mi libro “Universidad y Sociedad en Nicaragua”, publicado por la UNAN-León en julio de 1979. Los nombres y fechas de publicación de los artículos mencionados son los siguientes: La Universidad Colonial en Nicaragua (10/11/2017); La Universidad Napoleónica en Nicaragua (24/11/2017); La Universidad Desarrollista en Nicaragua (14/12/2017); La Universidad Estatista y Popular en Nicaragua (30/12/2017) y La Universidad Neoliberal en Nicaragua (18/01/2018).
Obviamente, el simple enunciado de estos supuestos no logra solucionar el problema del conocimiento sobre la historia social de la universidad nicaragüense, que sirva de base para el estudio de la actual institución académica, motivo por el cual se necesita profundizar y ampliar el mismo para cada una de las etapas, hitos y relaciones económicas y sociales, más aún si esta tiene el tamaño, heterogeneidad y complejidad de un objeto de estudio como la educación superior y la universidad nicaragüense de esos días.

viernes, 19 de enero de 2018

La universidad neoliberal en Nicaragua

En febrero de 1990 hubo elecciones generales en Nicaragua, y el FSLN que había liderado la Revolución entre 1979 y 1989 perdió las elecciones, y con ello la potestad para continuar a la cabeza del estado revolucionario. Un nuevo modelo de Gobierno y un nuevo régimen económico, diferente del de los años ochenta en Nicaragua, habría de surgir de aquellos eventos.
Desde inicios de los años ochenta, simultáneamente cuando la Revolución sandinista cumplía sus propósitos emancipadores para los más pobres, en América Latina y todo el mundo, el capitalismo estaba mudando hacia la implantación de un nuevo modelo de desarrollo, al que por sus novedades los expertos llamarían neoliberalismo, cuyas características eran (y son) privatización de las empresas públicas, conversión de todo lo social en mercancía, reducción del Estado, apertura comercial y financiera, énfasis en el mercado externo, flexibilización de las relaciones laborales, entre otras.
Igual que en los años sesenta del pasado siglo que el capitalismo desarrollista, signado por la sustitución de importaciones de bienes y servicios y la importación de capitales, conocimientos y tecnología edificó un tipo específico de universidad que le sirviera de aparato de reproducción científica y tecnológica, el capitalismo neoliberal de los años ochenta, noventa y de inicios del presente siglo, articulado a la globalización de las comunicaciones a nivel mundial, ha venido construyendo un nuevo tipo de educación y universidad a su imagen y semejanza.
Por lo general la receta ofrecida ha sido: que los Estados provean a las universidades los recursos necesarios, pero que estos estén condicionados al uso transparente de los mismos y para el fortalecimiento de la eficiencia y la calidad. Se debe proveer a las universidades de autonomía, pero también deben propiciar  mecanismos de monitoreo, evaluación y acreditación de su calidad y desempeño. Se deben propiciar ambientes favorables para la fundación de Cámaras Empresariales de universidades privadas, acompañados de sistemas de becas sobre la base del desempeño estudiantil, e incrementar los aportes al sector privado, la elevación de los aranceles estudiantiles a la par del establecimiento de sistemas de préstamos y crédito educativo y la contribución de los graduados con el pago de cuotas y la organización de la venta de servicios.
Como se observará, los énfasis han sido: liberalización de las instituciones educativas abiertas al mercado; financiamiento educativo versus eficiencia y transparencia y monitoreo de la calidad de la educación. 
Por causas obvias este enfoque ha contaminado e impregnado el discurso y perspectivas de las universidades públicas de la región, las que, ante el estancamiento de los aportes fiscales de parte de los gobiernos, viven hoy una permanente y profunda crisis de identidad, moviéndose pendularmente entre el derecho a la educación de la población estudiantil en situación de pobreza, y la competencia con las universidades privadas por el pastel financiero de los mercados universitarios en nuestros países.
Respecto a Nicaragua, que en 1990 venía saliendo de la epopeya revolucionaria, y que como parte de la misma se había edificado un tipo particular de universidad pública, la apuesta neoliberal se presentaba como una verdadera amenaza, motivo por el cual, la Asamblea Nacional, con mayoría sandinista, antes del traspaso de gobierno en mayo de ese año, promulgó la Ley 89, del 5 de abril de 1990, Ley de Autonomía de las Instituciones de Educación Superior, en virtud de la cual se forjaba un formidable escudo protector de estas instituciones, ante la avalancha privatizadora que se preparaba para avanzar sin freno con todos los fierros sobre las universidades públicas, igual a que se estaba haciendo en esos días en los centros educativos públicos de la educación básica del país.
De esta manera, entre el año 1990 y el año 2006, años de franca privatización neoliberal en todos los sectores, las comunidades universitarias públicas nicaragüenses, defendieron en las calles del país, con la Ley 89 en las manos, el derecho de la población empobrecida a su educación superior. A partir del año 2007 hasta hoy, con el Frente Sandinista, de nuevo en el poder, comienza a escribirse la nueva historia de la educación superior nicaragüense, un hibrido que dialécticamente se mueve entre las inequidades del mercado y las luchas por la justicia social en los campos de la educación nacional.

La universidad neoliberal en Nicaragua

En febrero de 1990 hubo elecciones generales en Nicaragua, y el FSLN que había liderado la Revolución entre 1979 y 1989 perdió las elecciones, y con ello la potestad para continuar a la cabeza del estado revolucionario. Un nuevo modelo de Gobierno y un nuevo régimen económico, diferente del de los años ochenta en Nicaragua, habría de surgir de aquellos eventos.
Desde inicios de los años ochenta, simultáneamente cuando la Revolución sandinista cumplía sus propósitos emancipadores para los más pobres, en América Latina y todo el mundo, el capitalismo estaba mudando hacia la implantación de un nuevo modelo de desarrollo, al que por sus novedades los expertos llamarían neoliberalismo, cuyas características eran (y son) privatización de las empresas públicas, conversión de todo lo social en mercancía, reducción del Estado, apertura comercial y financiera, énfasis en el mercado externo, flexibilización de las relaciones laborales, entre otras.
Igual que en los años sesenta del pasado siglo que el capitalismo desarrollista, signado por la sustitución de importaciones de bienes y servicios y la importación de capitales, conocimientos y tecnología edificó un tipo específico de universidad que le sirviera de aparato de reproducción científica y tecnológica, el capitalismo neoliberal de los años ochenta, noventa y de inicios del presente siglo, articulado a la globalización de las comunicaciones a nivel mundial, ha venido construyendo un nuevo tipo de educación y universidad a su imagen y semejanza.
Por lo general la receta ofrecida ha sido: que los Estados provean a las universidades los recursos necesarios, pero que estos estén condicionados al uso transparente de los mismos y para el fortalecimiento de la eficiencia y la calidad. Se debe proveer a las universidades de autonomía, pero también deben propiciar  mecanismos de monitoreo, evaluación y acreditación de su calidad y desempeño. Se deben propiciar ambientes favorables para la fundación de Cámaras Empresariales de universidades privadas, acompañados de sistemas de becas sobre la base del desempeño estudiantil, e incrementar los aportes al sector privado, la elevación de los aranceles estudiantiles a la par del establecimiento de sistemas de préstamos y crédito educativo y la contribución de los graduados con el pago de cuotas y la organización de la venta de servicios.
Como se observará, los énfasis han sido: liberalización de las instituciones educativas abiertas al mercado; financiamiento educativo versus eficiencia y transparencia y monitoreo de la calidad de la educación. 
Por causas obvias este enfoque ha contaminado e impregnado el discurso y perspectivas de las universidades públicas de la región, las que, ante el estancamiento de los aportes fiscales de parte de los gobiernos, viven hoy una permanente y profunda crisis de identidad, moviéndose pendularmente entre el derecho a la educación de la población estudiantil en situación de pobreza, y la competencia con las universidades privadas por el pastel financiero de los mercados universitarios en nuestros países.
Respecto a Nicaragua, que en 1990 venía saliendo de la epopeya revolucionaria, y que como parte de la misma se había edificado un tipo particular de universidad pública, la apuesta neoliberal se presentaba como una verdadera amenaza, motivo por el cual, la Asamblea Nacional, con mayoría sandinista, antes del traspaso de gobierno en mayo de ese año, promulgó la Ley 89, del 5 de abril de 1990, Ley de Autonomía de las Instituciones de Educación Superior, en virtud de la cual se forjaba un formidable escudo protector de estas instituciones, ante la avalancha privatizadora que se preparaba para avanzar sin freno con todos los fierros sobre las universidades públicas, igual a que se estaba haciendo en esos días en los centros educativos públicos de la educación básica del país.
De esta manera, entre el año 1990 y el año 2006, años de franca privatización neoliberal en todos los sectores, las comunidades universitarias públicas nicaragüenses, defendieron en las calles del país, con la Ley 89 en las manos, el derecho de la población empobrecida a su educación superior. A partir del año 2007 hasta hoy, con el Frente Sandinista, de nuevo en el poder, comienza a escribirse la nueva historia de la educación superior nicaragüense, un hibrido que dialécticamente se mueve entre las inequidades del mercado y las luchas por la justicia social en los campos de la educación nacional.