En fechas recientes visitaron nuestro país,
empresarios colombianos y guatemaltecos, asociados a organismos que desde la
empresa privada, promueven la idea acerca de la centralidad de la educación
para el crecimiento de sus empresas y el desarrollo de nuestros países.
Haciendo abstracción sobre la situación de la
educación en Guatemala y Colombia, que en el campo educativo no son los mejores
ejemplos de América Latina y el Caribe (bajísimos niveles educativos, por un
lado, y privatización de la educación por el otro), lo que nos interesa
destacar es la insistencia, casi obsesiva, de un sector del empresariado de la
región, por encontrar correspondencia de una sola vía entre productividad
empresarial y recursos humanos calificados, los que son producidos por los
sistemas escolares, con la explicación, como conclusión, que si esta relación
se da de manera congruente eso produce desarrollo.
Los titulares de los periódicos y las
declaraciones de los empresarios, echándoles las culpas sobre el éxito o
fracaso educativo a maestros y maestras, no dejan ninguna duda, que estamos
asistiendo, con casi cuarenta años de retraso, (así de grande es nuestra
rémora) a la actualización de una matriz ideológica, que por su carácter y
naturaleza se le conoce como “educacionismo” o “pedagogicismo”.
El titular de uno de los periódicos habla por mil
palabras: “Nosotros en Colombia acuñamos la frase: la educación lo es todo”.
Como es posible observar, en esa frase contundente y radical, la educación aparece
como principio y fin de todo lo humano, “dotada de poderes carismáticos,
panacea universal, capaz de resolver por sí sola los problemas del atraso y
convertirse en instrumento único del bienestar del hombre”, a la educación se
le asigna una exagerada valoración, la que se objetiva, tanto en su relación
con la sociedad global y su desarrollo (“la educación es la clave del
desarrollo”. “Sin educación no hay desarrollo”, etc), como en cuanto al papel
general que se le atribuye, a nivel de fines y medios, como si el crecimiento
económico (no el desarrollo que es otra cosa), dependiese solamente de un único o solo factor
o causa, esto es: la formación y entrenamiento de la mercancía fuerza de
trabajo, excluyendo u ocultando otros tantos factores, que por ser
extraescolares, dependen de los propios empresarios y de las múltiples
imperfecciones y contradicciones del capitalismo local y mundial.
A esta sobrevaloración de lo educativo escolar, y
como parte del mismo discurso excluyente y reduccionista, se le suma la falsa
ideología que expresa que los problemas de la educación se originan y
desarrollan sola y exclusivamente dentro de los límites del espacio educacional
mismo, y por lo tanto las soluciones no se buscan afuera, sino dentro de los factores
internos que interrelacionadamente producen el hecho educativo en las aulas de
clase.
Los maestros y maestras solamente durante cuatro
horas cronológicas atendemos a nuestros estudiantes en las aulas de clase, esto
dice que durante las otras veinte horas, ellos están en sus hogares y en el
entorno social, por ello, es en esos lugares, y en la articulación de los
mismos con las aulas de clase, incluidas la vida de maestros y maestras, en
donde hay que buscar el origen y construcción del fracaso o el éxito escolar en
este y cualquier país del mundo. Así de sencillo.
Sociólogo