jueves, 5 de julio de 2012

50 años del movimiento operación justicia

La Calidad de la Educación escolar es una construcción histórica, resultado de la articulación de múltiples factores internos y externos al hecho educativo concreto en que se desempeña el o la estudiante. Uno de esos factores, y seguramente el más importante, después del factor estudiante, es la maestra y el maestro.

Se puede tener en las manos el mejor y más pertinente currículo del planeta tierra, y las aulas de clases tener piso de algodones, pero si no se tiene a una maestra o maestro estimulado, que sienta que su oficio es un regalo de Dios, de poco o nada sirven esos factores favorables.

Caso contrario, una maestra o un maestro estimulado, hacen del salón de clases, aunque este sea debajo de un palo de mangos, una fiesta con sus estudiantes. A cincuenta años de vida magisterial, puedo dar testimonio de eso y con absoluta certeza afirmar que eso es cierto.

Un componente fundamental del estado de ánimo de la maestra y el maestro es su sueldo. Este factor tiene que ver con todo. Con su familia, la casa, el transporte, la alimentación, la salud, las diversiones, los vestidos, los rostros, toda la vida de maestras y maestros.

Cuando el Presidente Daniel Ortega Saavedra me diera la oportunidad de acompañarle durante tres años como Ministro de Educación, el primer Maestro Normalista que llegaba a ejercer ese cargo en la historia de la Educación Nacional, cada vez que tenía frente a mí a uno, diez o mil maestras y maestros, y les hablaba pidiéndoles más empeño en la labor magisterial, siempre, en lo más intimo de mi ser, estaba el recuerdo, de que a quienes les pedía más de sí, tenían muchos problemas en sus vidas producto de los bajos sueldos.

Y no es que al Presidente Daniel Ortega no le interesara el sueldo de los maestros, me consta su preocupación. Más de una vez lo sentí “ponerse en los zapatos” de mis hermanas y hermanos de oficio, pero a la hora de hacer cálculos y multiplicar cada córdoba por los 50.000 maestros y maestras de todo el país, las cuentas, impuestas por tanta pobreza y tantas necesidades, nunca cuadraban.

Por ello, cuando se me ha preguntado de qué cosa que hice o no hice durante esos tres años me arrepiento, siempre he respondido que de lo único que me arrepiento es haber estado en ese cargo y no haber podido hacer más por el sueldo de las maestras y maestros de mi país.

La causa de este malestar tiene raíces históricas profundas. Hace cincuenta años, en 1962, el Año Escolar comenzó en los primeros días de mayo y era mi primer mes como maestro de educación primaria. La Federación Sindical de Maestros de Nicaragua (FSMN), integrada por 27 Sindicatos de Maestros en todo el país, desde los años 1959, 1960 y 1961, venían exigiéndole al gobierno de Luis Somoza aumento a los 400 córdobas mensuales que devengábamos las maestras y maestros de educación primaria.

Múltiples asambleas municipales y departamentales vinieron poco a poco gestando lo que desde finales de mayo de ese año habría de ser la más masiva, intensa y larga huelga nacional del magisterio nicaragüense por su sueldo.

Encabezada por Ofelia Morales Gutiérrez y José María Zelaya Ubeda, la huelga se llamó Movimiento Operación Justicia. A inicios de la misma, en mayo, las maestras y maestros ganábamos 400 córdobas, después de múltiples negociaciones y tres meses de huelga, en agosto, nuestro sueldo fue de 700 córdobas al mes, 300 córdobas más, igual a 100 dólares de 1962.

Entre 1962 y 1979, las luchas del magisterio nicaragüense continuaron articulándose a las luchas de todo el pueblo contra la dictadura y creando las condiciones objetivas y subjetivas, para que el 4 de febrero del año 1979, fundáramos, en el Auditorio 12 de la UNAN-Managua, la Asociación Nacional de Educadores de Nicaragua ANDEN.

*Maestro. Militante del Movimiento Operación Justicia y cofundador de Anden