jueves, 11 de octubre de 2012

Esperar otros treinta años

La formación y capacitación del personal investigativo-docente de las Universidades Públicas, que recientemente se graduaran en las mismas y están llenando los espacios vacíos que dejan sus antiguos profesores en proceso de jubilación, es de urgencia, no sólo porque las Universidades están renovando los Currículos de sus carreras, ni siquiera para que los docentes de ingreso reciente conozcan sobre las nuevas prácticas en los terrenos constructivistas y de la mediación pedagógica, sino que fundamentalmente porque nuestro empobrecido país no se puede dar el lujo de esperar treinta años más, que serían los necesarios para una nueva oportunidad de cambio generacional universitario, para renovar y transformar la Idea de Universidad y el Modelo Académico profesionista, con los cuales hemos convivido las pasadas y actual generación de universitarios nicaragüenses.

La primera oportunidad que tuvo la Universidad para cambiar su modelo académico profesionalizante fue durante la Revolución Sandinista. No obstante no cambió. Cierto que se introdujo la investigación y se creó el Movimiento de Alumnos Ayudantes, pero el modelo siguió siendo el mismo. La enseñanza continuó siendo la función reina. Las pocas fortalezas de las comunidades universitarias en aquellos días y la implantación del modelo cubano fueron un obstáculo para el cambio. Hoy se presenta una nueva oportunidad para formar las nuevas generaciones de académicos universitarios, en otras formas de pensar y hacer la Universidad camino a la integración sistémica de sus funciones.

Este hecho propiamente nicaragüense coincide en el tiempo con otro hecho de carácter planetario, como es el caso de la explosión de los conocimientos en el contexto de la Revolución Científica y Técnica, que está sometiendo a múltiples crisis a la institución universitaria, que se manifiesta por el agotamiento de la estructura académica facultativa y departamental que le da sustento, y por la insuficiencia, rigidez e ineficiencia de su modelo académico, fincado principalmente en la función de la enseñanza de las profesiones.

En muchas Universidades, incluso en instituciones de educación terciaria privadas, desde hace algunos años se vienen ofreciendo cursos con asesoría extranjera en niveles de Maestría, Diplomados, etc. sobre lo que llaman Docencia Universitaria. Son cursos cuya búsqueda es propiciar un cambio en las maneras de enseñar, para perfeccionar el proceso enseñanza-aprendizaje. Todo eso está bien, no obstante son actividades en las que, a pesar de las buenas intenciones, está presente la misma idea con que la Universidad nicaragüense fue fundada hace doscientos años. Es la Universidad que en 1816 enseñaba Derecho Canónigo y Latín, y hoy enseña Derecho Internacional e Inglés.

Es la Universidad Escuela, que más que pensarse y repensarse a sí misma para avanzar hacia la formación de la nueva generación de hombres y mujeres de Ciencia a través de la investigación, insiste en hundir sus raíces en el pasado, y más que cambiar y transformarse, lo que hace es reafirmarse, autorrepetirse y autorreproducirse.

Para que no pase lo mismo que con los llamados cursos sobre “docencia universitaria”, la tarea de formar y capacitar al personal universitario joven, debería implicar someter a crítica los actuales formatos curriculares de estos cursos, a fin de cambiar desde sus nombres, que porfiadamente insisten en ratificar la función de la enseñanza que caracteriza al modelo académico tradicional, virando hacia la investigación, no solo para que los participantes en estos cursos aprendan metodología de la investigación, para que elaboren sus monografías y tesis (que esa es su principal debilidad y defecto), sino para que conviertan la investigación en procedimiento didáctico para enseñar y aprender, para que ellos como profesores enseñen a sus estudiantes a investigar para aprender y ellos mismos continúen aprendiendo durante toda su vida a través de la investigación.

* Sociólogo. Profesor de la UNAN-Managua

migueldecastilla68@hotmail.com