En las universidades de los países empobrecidos como Nicaragua, es
donde, debido a la ausencia de investigación científica gubernamental y
privada y a las mismas condiciones objetivas y subjetivas del
subdesarrollo, se concentra la mayoría de los hombres y mujeres de
ciencia de cada país, abriendo las posibilidades para que sea en ellas,
en donde, a la vez que se construyan verdaderos proyectos de ciencia
endógena, que permita hacerle frente a la dependencia tecnológica
característica común del mundo subdesarrollado, se abran las
posibilidades para aprovechar los avances de la revolución científica y
técnica, especialmente en el campo de las tecnologías de la información,
y de la filosofía y estrategias de la educación permanente, a fin de
convertir a las universidades en verdaderas plataformas para la
divulgación y diseminación de una cultura científica básica, y la
formación de actitudes y aptitudes investigativas en los estudiantes,
encaminadas a “aprender a aprender”, sobre las cuales puedan construirse
en el futuro, múltiples iniciativas para la vinculación de las
universidades con el desarrollo económico social.
En este sentido, el reto de las universidades latinoamericanas, en
especial de las universidades nacionales de los países de menor
desarrollo relativo como el nuestro, no se agota en que sus pequeños
centros de investigación, logren establecer acuerdos o convenios de
investigación con determinadas unidades gubernamentales y/o
empresariales de los sectores productivos agropecuarios o manufactureros
de la pequeña, mediana o gran empresa, sino que en cumplimiento de su
misión educativa, deben avanzar simultáneamente con sus estudiantes
hacia la fundación de auténticas culturas científicas nacionales,
especial y particularmente, a través del currículum de sus carreras y
las actividades de enseñanza universitaria.
Es por este imperativo, que la investigación debiera ser el eje del
currículum universitario alrededor del cual giren en la cotidianeidad de
las asignaturas y las prácticas docentes, tanto los métodos didácticos
con los que se enseña, como los conocimientos que se procura enseñar.
El resultado de este proceso sería, generaciones de profesionales, y
por ósmosis social, sociedades, en donde la investigación no se vea como
obra de predestinados y/o de pequeñas élites privilegiadas, sino como
una rutina social de uso común y corriente, que sirva tanto para la
producción de nuevos conocimientos útiles y necesarios para la vida en
sociedad y el desempeño profesional, como para acceder a nuevos
conocimientos a través del gusto por la lectura, la internet y tantas
posibilidades que abre hoy la sociedad del conocimiento. En suma: la
investigación como proceso de producción de nuevos conocimientos y como
procedimiento para aprender a aprender, permanentemente y “durante toda
la vida”.
En las circunstancias de la revolución científica y técnica, a las
que las universidades de los países empobrecidos del capitalismo llegan
sin las capacidades endógenas necesarias para participar, de igual a
igual, en el concierto de los grandes centros de producción del
conocimiento contemporáneo, su responsabilidad histórica, es hoy,
reflexionar a profundidad sobre su rol y transformarse radical y
totalmente, camino a forjar en las actuales y futuras generaciones de
universitarios (académicos y estudiantes), comportamientos colectivos
orientados a los saberes científicos y a la investigación, que a la vez
que preparan a la sociedad para participar activamente en la” ciudad
educativa” y la educación permanente, eliminen el mito de la universidad
“torre de marfil” aislada y separada de la vida social, que tiene como
única tarea a la enseñanza para el ejercicio profesional, lo que
permitiría a la empresa privada y al Gobierno, concebir a las
instituciones universitarias como organizaciones capaces de producir
conocimientos para la producción, los servicios y la solución de los
problemas sociales, y por ende, instituciones en las cuales confiar para
plantearles pedidos de conocimientos, y no solamente recursos humanos
calificados según sus necesidades.
Obviamente, esa no es la universidad nicaragüense de inicios del
segundo decenio del Siglo XXI. Esa, la nuestra, en este día, con
computadoras y todo, preocupada solamente en perfeccionar su función
docente y actualizar el currículo de sus carreras y la didáctica, junto
al CNEA como su cómplice oficial y legal, empantanada en el pasado, no
termina de salir del Siglo XIX.
* Profesor.
migueldecastilla68@hotmail.com