jueves, 21 de agosto de 2014

La complejidad de las malas notas en la escuela

Algunas personas, a través de diferentes medios, al comentar nuestros artículos en los que describo y analizo las características del nuevo currículo y el nuevo modelo curricular nicaragüense en marcha desde febrero del 2009, me preguntan: ¿Cómo es posible que, contando Nicaragua con un currículo de esta naturaleza, un sistema de programación y evaluación que funciona como un reloj en círculo virtuoso mes a mes y múltiples procesos de capacitación de docentes en todo el país, los resultados del rendimiento académico en cada corte evaluativo bimestral y de los exámenes de admisión en las universidades sigan siendo tan bajos?
Para responder a esta pregunta, es necesario explicar la naturaleza y origen de los resultados educativos escolares y el proceso de su construcción, ya que estos, siendo escolares, se realizan tanto en la escuela, como en el hogar y el medio social en que viven el estudiante y la estudiante en su cotidianidad. En este contexto, una buena o mala calificación en el boletín escolar del estudiante es el producto no solamente de un buen o mal currículo o una buena, mala o escasa capacitación de los maestros, sino que también del apoyo y atención de padres, madres y demás familiares a las actividades escolares de sus hijos, especialmente de las responsabilidades que dejan los maestros para ser resueltas en el seno familiar, como tareas en casa o actividades de estudio independiente, autoestudio y autoaprendizaje.
Pero la calificación en el boletín escolar de los estudiantes y los resultados escolares expresados en las estadísticas de los anuarios educativos no solamente son el producto de las buenas o malas prácticas de los docentes y los padres de familia en su desempeño como tales, sino que también, y en no pocos casos este es un factor fundamental y decisivo, la causa de una buena o mala calificación hay que buscarla en el medio social, integrado por el círculo de amistades en que se mueve el estudiante o la estudiante en la cuadra, la esquina próxima y los puntos de tertulia del barrio, la colonia o la comarca. Muchas veces los muchachos y muchachas aprenden más y aprenden mejor con sus pares y amistades de su mismo sexo, edad, intereses y necesidades que de sus padres o maestros.
Es por ello que, si bien es cierto que es responsabilidad del Estado ofrecer educación gratuita y la mejor calidad de educación posible a la población empobrecida, también es cierto que la educación de niños, niñas, jóvenes y adultos es responsabilidad de todos y todas, con especial énfasis en las familias.
Transparentar esta situación es de suma importancia en una sociedad tan polarizada como la nuestra, en donde por falta de objetividad, seriedad y rigor en el análisis se reducen las causas de las malas notas a factores meramente escolares y se buscan falsos culpables, poniéndole trampas a la solución de los problemas.