De los cuatro aprendizajes propuestos por la Comisión de la Unesco presidida por Jacques Delors en la obra La Educación encierra un Tesoro (1996), el tercer Aprendizaje es: Aprender a vivir juntos, Aprender a vivir con los demás.
Respecto a la orientación de este aprendizaje, y contrario al sentido de su apuesta y a la máxima aspiración de la Unesco, acerca de un mundo por todos compartido construyendo una Cultura de Paz, la realidad ha sido que todas las mañanas el mundo despierta con noticias de primera página signadas por la violencia y la muerte. No hay necesidad de buscar en la prensa europea, aquí nomás en nuestro vecindario en Guatemala, El Salvador y Honduras, o más cerca de nosotros con la noticia de todos los días, relacionadas con la violencia intrafamiliar y la violencia en contra de las mujeres.
El análisis global de la Unesco sobre los orígenes de la violencia en el mundo, le conduce a afirmar que en la mayoría de los casos se debe a los múltiples prejuicios que se producen en el interior de las relaciones entre los seres humanos. En estas circunstancias y ante los reducidos éxitos de la educación en este terreno, la Comisión Delors se pregunta: ¿Sería posible concebir una educación que permitiera evitar los conflictos o solucionarlos de manera pacífica, fomentando el conocimiento de los demás, de sus culturas y espiritualidad?
La Comisión reconoce todos los esfuerzos que realizan las escuelas para enfrentar la situación de violencia en nuestros países, en este orden de cara a fortalecer las mismas, sugieren dos orientaciones complementarias, a saber: primero, la realización de acciones para alcanzar el descubrimiento del Otro (y la otra); segundo, la participación de las personas especialmente de los jóvenes en proyectos comunes.
Respecto al descubrimiento del Otro, la Comisión expresa que la educación tiene una doble misión: por un lado enseñar a los estudiantes sobre la diversidad de la especie humana, y por el otro, contribuir a la toma de conciencia sobre las semejanzas e interdependencia entre los seres humanos.
Para cumplir con estas tareas el primer conocimiento que los seres humanos debemos adquirir es el referido a uno mismo, el conocimiento sobre sí mismo, el gnosce te ipsum de los griegos. Tener conciencia sobre nosotros mismos significa conocer nuestras fortalezas, nuestras debilidades y nuestra ubicación en el mundo de las relaciones sociales en que vivimos, que es igual a lo que Marx llama conciencia de clase. La familia, la escuela y la comunidad deben ayudar al estudiante a descubrir quién es. Cuando el estudiante sepa y reconozca quién es y cuál es su identidad como ser humano, solo así podrá realmente ponerse en el lugar de los otros y comprender su problemática para solidarizarse con ella.
Este enfoque es particularmente útil en países con diversidad racial y religiosa como el nuestro y otros de América Latina y el Caribe. Muchos de los grandes problemas de las sociedades altamente desarrolladas hoy, tienen que ver con el mismo. En Orlando. En París. En Niza. En Bruselas.
El aula de clases debe ser un aliado de gran importancia para alcanzar el propósito de comprensión del otro, avanzando cotidianamente hacia una metodología pedagógica más dialógica y horizontal, yendo más allá o articulados a los programas antibullyings.
Las distancias y las diferencias entre las personas, especialmente entre los jóvenes de ambos sexos, se aminoran y reducen cuando estos se agrupan y participan en proyectos comunes. La práctica del deporte y de programas sociales y medioambientales en el que participan jóvenes de diferente origen social, ha producido buenos resultados en este campo según estudios sobre la experiencia internacional.
Nicaragua, desde los años ochenta con la experiencia de la Cruzada Nacional de Alfabetización, es un buen ejemplo, principalmente con la participación política de los jóvenes en agrupaciones como la Federación de Estudiantes de Secundaria y la Juventud Sandinista. Esta última organizada en Movimientos Ambientalista, Cultural, Deportivo, Solidario, Alfabetizador a la vez que ayudan a solucionar sus problemas a comunidades empobrecidas, aprenden de las mismas construyendo conciencia de solidaridad con los otros y las otras y entre ellos mismos.