Durante la presente semana, Nicaragua conmemora el XXXVI Aniversario de la finalización de la Cruzada Nacional de Alfabetización.
La Cruzada no se realizó como componente de una política ministerial de desarrollo educativo normal, común y corriente en cualquier país, cuya meta fuese solamente alfabetizar, sino que la misma fue parte fundamental de una Revolución social en marcha en contra de una Dictadura, que no solo era de carácter militar sino que también cultural, y en la cual el analfabetismo y los bajos niveles de escolaridad eran matrices privilegiadas de su reproducción. Por ello es que, el paso inmediato después del triunfo de la Insurrección armada, fue la convocatoria, organización y realización de la Insurrección Cultural, a la cual se llamó: Cruzada Nacional de Alfabetización, Héroes y Mártires de la Liberación de Nicaragua y que finalizara un 23 de agosto de 1980.
Siendo un movimiento cultural de carácter nacional, la Cruzada significó un parteaguas para muchos sectores de la vida nicaragüense. La Cruzada contribuyó a generar un nuevo tipo de familia, al reunir masivamente a familias de origen urbano, de las cuales provenían los 65,000 alfabetizadores de los centros educativos públicos y privados que se movilizaron a alfabetizar, con familias campesinas, en donde en muchos casos, la mayoría de sus miembros eran analfabetas. Así, en la relación entre las familias urbanas de los alfabetizadores con las familias rurales de los alfabetizandos, los dos tipos de familias se transformaron. Muchas familias de uno y otro sector, después del 23 de agosto de 1980, quedaron unidas para siempre.
Respecto a los alfabetizadores, muchachos y muchachas que durante seis meses comieron lo que comían las familias campesinas, durmieron como ellos dormían, acompañaban a los campesinos en sus tareas de labranza diarias y por las tardes o las noches alfabetizaban a quienes no sabían leer y escribir. Un multitudinario proceso en el que se hacía vida la vieja tesis de Paulo Freire acerca de que toda relación social es una relación pedagógica, motivo por el cual, en el hecho educativo concreto el aprendizaje es mutuo, debido a que aprende tanto el estudiante que aprende, como el maestro que enseña.
Lo mismo que sucedió con las familias, pasó con las muchachas y muchachos que fueron a alfabetizar. Al retornar a las ciudades de las montañas del país, retornaron transformados y transformadas, tanto en lo referido a sus actitudes en el seno de sus familias como frente a los problemas de la vida cotidiana. Retornaron más maduros, más responsables, más independientes y autónomos, la relación con los campesinos en la acción alfabetizadora los había transformado. Pero el cambio no sólo fue de tipo actitudinal sino que también ideológico. Antes de 1980 la juventud nicaragüense no tenía una ideología definida ni bandera por la cual luchar. El contacto directo con la pobreza y sus principales actores los campesinos analfabetos, les dio un norte y ese norte tenía un nombre, el sandinismo y el Frente Sandinista de Liberación Nacional como sinónimos de justicia social.
En esa matriz educativa, absolutamente natural en la relación bipolar educador-educando, (alfabetizador-alfabetizando), multiplicado en cienes de miles de veces en todo el país, nació una poderosa organización juvenil: la Juventud Sandinista 19 de julio; la misma organización que hoy, 36 años después, a la vez que continúa alfabetizando, está organizada en Movimientos deportivos, culturales, ecológicos y solidarios, y distribuye paquetes alimenticios a los ancianos discapacitados; láminas de zinc, cerdos y gallinas ponedoras del Programa Hambre Cero y bolsas solidarias a las familias empobrecidas en toda la geografía nacional.
La Cruzada redujo el analfabetismo del 52 al 12 por ciento en 1980, pero esa relación cuantitativa, siendo relevante, no fue ni es lo más importante, lo de mayor transcendencia fue y es la transformación cultural radical de las familias y los jóvenes que ayer fueron a alfabetizar y tenían entre 18 y 25 años y hoy tienen alrededor de sesenta años y son padres y madres o abuelos y abuelas, los 19 de julio en su inmensa mayoría van con sus niños a llenar plazas, trabajan, enseñan a sus hijos a ser solidarios y en noviembre próximo van a votar.