Miguel
De Castilla Urbina
Palabras
pronunciadas en homenaje al Cincuenta y tres aniversario del fallecimiento del
Rector Mariano Fiallos Gil, en el Paraninfo de la Universidad Nacional Autónoma
de Nicaragua-León, el 09 de octubre del 2017.
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Yo no conocí personalmente a Mariano Fiallos Gil. La
imagen que tengo de él, es la de su fotografía como Rector frente a la Cátedra.
Un hombre alto, flaco, semicalvo, de saco negro y corbatín, frente a un
micrófono, seguramente dictando una conferencia o pronunciando un discurso. Mi
imagen del santo Laico de la universidad y los universitarios nicaragüenses.
Yo no pertenecí a la Generación de la Autonomía que liderara
Mariano Fiallos Gil, conjuntamente con un puñado de estudiantes y profesores a
fines de los años 50 del pasado siglo en la ciudad de León, en Nicaragua.
Yo tampoco pertenecí a la Generación
de estudiantes de la UNAN aquel 23 de julio de 1958. La de aquel puñado de aguerridos
estudiantes que se oponían a la dictadura dinástica de los Somoza. Yo me enteré
de la masacre estudiantil, estando en Jinotepe cuando seguía mis estudios de
Magisterio en la Escuela Normal Franklin Delano Roosvelt.
A Mariano Fiallos Gil, lo
conocí a través de su hijo Mariano Fiallos Oyanguren, cuando éste, como Rector
de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en 1975, a mi retorno de
Panamá, me contrató para escribir el libro Universidad y Sociedad en Nicaragua,
obra en la que me propuse escribir la historia de las universidades nicaragüenses
desde su fundación en 1812 hasta inicios de los años 70 del siglo XX.
En ese libro busqué
interpretar el recorrido de la Universidad Nicaragüense a través de sus
reformas. Fue así, en ese recuento de días e historias, en que necesariamente
me encontré con Mariano Fiallos Gil y su lucha por fundar la Universidad tal
como la conocemos hoy.
Hasta antes de Mariano Fiallos
Gil, la Universidad en Nicaragua había cumplido dos etapas perfectamente
identificables a través de sus hechos y significados. La primera etapa que inicia
el 10 de enero de 1812, con la fundación de la Universidad de León. Una Universidad
que como todas las del nuevo mundo, fue fundada como una institución de
enseñanza cuyo modelo académico tenía como base a las cátedras de latín, moral,
gramática, teología dogmática, derecho canónico y filosofía. ‘’Una institución
que, como dijera Jose Coronel Urtecho, era conservadora, tradicionalista, enteramente
arraigada a la mentalidad colonial y florecida a la sombra de la iglesia’’.
Con las luchas por la independencia la universidad colonial, escolástica
y pontificia en América, perdió su base de sustentación y una nueva calidad debía sucederle. De esta
manera la llamada Universidad Napoleónica vino a América como cualquier
artefacto cultural para satisfacer las necesidades de modernización de las
clases dominantes, dependientes, económica y culturalmente de la metrópoli europea.
La clausura según países de
algunas de las universidades coloniales y su conversión a Napoleónica fue así:
en 1833 la Universidad de México, en 1839 la Universidad de Chile, en 1854
Argentina, en 1856 Perú, en 1867 Colombia y en 1879 la Universidad de León, de
Nicaragua. En Nicaragua el 3 de abril de 1879, el gobierno del General Joaquín
Zavala, emitió un decreto en el que ponía fin a la universidad colonial basado en cátedras.
A partir de entonces la
universidad se organizaría en facultades y decanatos. Las facultades serían las
siguientes: ciencias y letras, derecho, medicina, farmacia y ciencias
naturales, que sustituía a la teología. El decreto del presidente Zavala de 1879, inaugura así en Nicaragua el modelo
académico de Universidad Napoleónica cuyas características, todavía presentes
en la Universidad Nicaragüense, fueron el profesionalismo y la
descentralización de la enseñanza. Cada facultad es una isla que atiende sus
propios asuntos. La universidad es un
archipiélago de unidades administrativas y académicas en lugares diferentes y
problemáticas diferentes.
La investigación y la
extensión universitaria no se mencionan, la administración de la universidad
depende del gobierno de la República quien nombra a una junta de cinco miembros
con el nombre de Consejo de Instrucción Pública. Entre 1879 y 1958, año que la Universidad
Nacional de Nicaragua alcanza su autonomía, suceden muchas y variadas
circunstancias e historias en el contexto latinoamericano y de sus
universidades.
En Córdoba, Argentina, en 1918
los estudiantes se revelan, iniciando los procesos de reforma universitaria en
América Latina, lo que necesariamente implicaba las luchas por la autonomía
universitaria. En este contexto es cuando aparece Mariano Fiallos Gil en
Nicaragua, como una personalidad descollante en el contexto casi rural y provinciano de la universidad nicaragüense de
aquellos días. Lo que piensa y propone Mariano es otra idea de universidad, y
para él, necesariamente la materialización de esa idea tenía como requisito
previo, la autonomía de la universidad respecto al gobierno somocista.
En los años cincuenta previos
a 1957, la Universidad era como un instituto de secundaria más en manos del
Ministerio de Educación. Construir la Universidad para ponerla al servicio de
las ciencias, las humanidades, la libertad y la nación nicaragüense, necesitaba
dar un salto de calidad hacia adelante y para ello había que alcanzar su
independencia y autonomía. La autonomía de la Universidad como una necesidad
histórica. Como un requisito histórico.
Para Mariano Fiallos Gil, la
autonomía de la universidad no era un fin en sí mismo, sino que era el
requisito para pensar y hacer otro tipo de Universidad, basado en otro tipo de
principios y valores, con otros objetivos y otros fines. Con otra visión del
futuro. En este orden, identificar a Mariano Fiallos Gil, solamente como el
fundador de la autonomía universitaria sin reflexionar sobre las consecuencias
que trajo consigo ese hecho para la universidad y la sociedad nicaragüense, es
reducir su presencia, importancia y trascendencia histórica para la universidad
nicaragüense y nuestro país. La autonomía era el requisito, el medio, el
mecanismo. La finalidad, era la Universidad y con ella la Nación Nicaragüense.
La Universidad nicaragüense por
vez primera en su larga historia de más de un siglo, va a salirse de las aulas
de clase a las calles y va a hacer teatro, conferencias y cursos de verano para
obreros y va a publicar revistas literarias y comenzará a hablar de
investigación, completando por primera vez, hace casi sesenta años, el tríptico
orteguiano de investigación, docencia y extensión cultural universitaria. Si
los estudiosos de la Universidad nicaragüense de estos días, desean conocer los
orígenes de todos los festivales de música, danzas y arte en nuestras
universidades públicas, de las jornadas universitarias de desarrollo
científico, de los universitarios nicaragüenses volcados a todas las misiones
donde necesita nuestro pueblo a su juventud, que vayan a los escritos,
discursos y mensajes de Mariano Fiallos Gil y a las Memorias anuales de actividades de la Universidad Nacional Autónoma
de Mariano Fiallos Gil de inicios de los años sesenta del siglo XX, que busquen
las revistas Ventana y Cuadernos Universitarios.
Si todas estas actividades dan
testimonio de un proceso de ruptura y cambio de lo viejo hacia lo nuevo, lo
importante no fueron sus procesos y resultados administrativos y académicos, lo
importante fue y es el sentido de aquellos hechos cargados de una ideología
extraña y novedosa en el discurso intelectual de la época, alrededor del
concepto de hombre y de humanidad, en virtud del cual Mariano Fiallos Gil pide
un nuevo humanismo para el destino de nuestro país y para la salvación del género
humano.
‘’Nunca, afirmó hace más de 60
años, tal vez se haya pasado por una época tan tremenda como esta, en donde,
con toda urgencia, el hombre requiere un poco de ‘’humanidad’’ para salvarse a
sí mismo de la ciencia o de la democracia; para apuntalar ese enorme edificio
que se nos está viniendo encima desde sus cimientos’’. ‘’ Reeducar al hombre y
liberarlo de la esclavitud en la cual ha caído. Sacarlo de la cárcel que
construye con sus propias manos y convertir a su ciencia desnuda, de
injusticia, en ciencia de amor y sabiduría’’. ‘’ Y esto no podrá ser nunca
posible, si en los laboratorios y gabinetes de las universidades, no se forma
el sentido humano de la ciencia en toda su integridad, para salvarnos de la
servidumbre’’.
Un nuevo humanismo, es el que
pregona Mariano Fiallos Gil, un humanismo para el hombre y la mujer de hoy,
comprometido, militante, beligerante.
Un humanismo Beligerante,
inacabado inconcluso, y todavía pendiente para nuestras universidades y nuestra
sociedad.
Octubre 2017