jueves, 18 de septiembre de 2014

Una propuesta en los cincuenta años de la Antorcha

Los antecedentes más lejanos de la Antorcha Centroamericana de la Libertad se remontan a los días que siguieron al 15 de septiembre de 1821, cuando mensajeros de los independentistas recorrieron a lomo de caballo la región centroamericana, cargando en sus alforjas con la noticia de la independencia.
Aquel hecho, repetido tantas veces en las aulas de clase de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica en los días cercanos a las fiestas patrias de los septiembres centroamericanos, seguramente inspiró al ministro costarricense de Educación Pública, don Ismael Vargas, para que durante una reunión de ministros de Educación de la región en Managua, a inicios del año 1964, propusiera su idea de celebrar conjuntamente la fecha de la independencia con una maratón estudiantil que, saliendo de Ciudad de Guatemala ocho días antes, llegara a la ciudad de Cartago, Costa Rica, el 15 de septiembre de cada año.
Los ministros aprobaron la idea y comisionaron al ministro Vargas promover las acciones pertinentes para que el primer recorrido de la Antorcha se realizara ese mismo año 1964, es decir, hace medio siglo. A cincuenta años, esta importante jornada política y educativa, patrimonio cultural de los pueblos de la región, se ha constituido en un verdadero hito de la unidad centroamericana en manos de sus jóvenes, sus educadores y sus ministerios de Educación.
Lo extraordinario de la misma no es solamente la actividad en sí, que todos celebramos y podemos observar y admirar en calles y carreteras de la región, en las pantallas de la televisión o las páginas de los periódicos en todos los septiembres, sino todas las actividades preparatorias de organización que los equipos de comunicación y relaciones públicas de los ministerios de Educación tienen que realizar meses antes, para acordar un sinnúmero de detalles sobre las actividades protocolarias en cada frontera que separa a nuestros países, a la hora de entregar y recibir la antorcha de los jóvenes de un país a los del otro país.
Estos hechos de tipo administrativo y cultural, a cincuenta años, no deberían quedarse solamente para esta actividad que se realiza una vez cada año, sino avanzar camino a la realización de programas de desarrollo educativo transfronterizos. Los problemas educativos de cada país centroamericano, en especial de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua en términos de acceso y cobertura y de calidad de la educación, son tan parecidos, que igual que con los objetivos de la Antorcha, deberían tener igual o mejor atención de cara a su solución. La reciente reunión y firma de acuerdos entre los presidentes de las repúblicas de El Salvador, Honduras y Nicaragua para el desarrollo y la paz en el Golfo de Fonseca es un ejemplo claro de que esto es posible.
La Coordinadora Educativa y Cultural de Centroamérica, SECC-SICA, podría ser el escenario para debatir sobre estos temas, y organismos como la Unión Europea, que tradicionalmente apoya a la región en el terreno educativo, podrían movilizar recursos en apoyo a programas de este tipo, tan necesarios no solo para el desarrollo social, sino también para la unidad centroamericana.
La idea es hacer de la Antorcha Centroamericana de la Libertad un permanente septiembre para las educaciones y el desarrollo y felicidad de nuestros pueblos.