Cuando en 1945 la humanidad venía saliendo del horror de la Guerra, y en especial de la terrible experiencia del uso del arma nuclear en contra de pueblos indefensos, después de numerosos encuentros orientados a la reconstrucción de la cooperación internacional en el campo de la educación en la Europa devastada, surgió la idea de la creación de una Organización de carácter internacional sobre la educación y la cultura primero, y posteriormente también sobre la ciencia, la que en aquellos días adoptará el nombre de Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). En el Preámbulo de su Constitución, por propuesta de Clement Attlee, Primer Ministro del Reino Unido y de Archibald Macleish, Bibliotecario del Congreso de Estados Unidos, se establece lo que será el lema de la naciente Organización, que dice: “Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la Paz”.
Desde entonces, cada Programa o actividad de la Unesco en el mundo en los campos de la Educación, la Ciencia y la Cultura, van encaminadas a la promoción de la comprensión, la tolerancia, la concordia y la amistad entre los hombres. Por este motivo, para la Unesco, la Paz y la violencia entre los seres humanos, se explican de conformidad a la presencia o ausencia de un conjunto de factores de carácter social, en un contexto geográfico e histórico determinado. Por ello junto a enumerar los beneficios de la paz, casi siempre, en cada aniversario del Día Internacional de la Paz, los 21 de septiembre de cada año, o en los eventos internacionales dedicados a este tema, la Organización presenta los diagnósticos y situación de esos factores en las diferentes regiones del mundo.
En este contexto, el saludo de la Directora General Sra. Irina Bokova, al Día Internacional de la Paz de este año, que se celebrara ayer, inicia así: “Vivimos tiempos turbulentos. Turbulentos para la humanidad y turbulentos para el planeta. Persiste la pobreza y se agravan las desigualdades. Muchas sociedades siguen desgarradas por conflictos que exponen a millones de mujeres y hombres a un inmenso sufrimiento. Arrecian los extremismos violentos: la barbarie de los actos terroristas golpea a sociedades de todas las regiones. El mundo afronta la mayor crisis de refugiados y desplazados de nuestro tiempo, crisis que en 2015 elevó el número de personas desplazadas forzosamente hasta los 65.3 millones. La diversidad y el patrimonio cultural de la humanidad se ven atacados. Los sitios del patrimonio cultural son destruidos para erradicar el mensaje de diálogo y tolerancia que traen consigo. Al mismo tiempo, el planeta sufre una presión creciente debido a las consecuencias del cambio climático”.
Lo anterior es un recuento de la situación actual de pobreza y desigualdades que vivimos hoy los seres humanos, a lo que se suman los fundamentalismos religiosos e ideológicos, constituyéndose en la matriz en que se incuban, nacen, crecen y se reproducen estos tiempos turbulentos para la humanidad y el planeta. En la región centroamericana, en especial en el llamado Triángulo Norte, la pobreza y las desigualdades se presentan cruzadas transversalmente por el narcotráfico, las maras y el crimen organizado. Es nuestra desgraciada contribución como región a esa geografía de violencia que aflige al planeta hoy por hoy.
Por ello es que el lema de la Unesco, acerca de que “es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”, se torna en un imperativo imprescindible, urgente y necesario. Un nuevo motivo, quizá el más importante, para apostar todo por la educación, por una educación en la que se construyan valores y principios propios de una Cultura de Paz.
Por ese motivo, es que el tercer pilar de la educación del Informe Delors invita a todos a Aprender a Convivir. La Convivencia, la amistad, la solidaridad y la tolerancia como principio fundamental para sentar las bases de sociedades que enarbolen y practiquen valores, principios, comportamientos, maneras de ser y actitudes de fraternidad frente a los problemas de la vida y frente a los demás seres humanos, nuestros semejantes, nuestros hermanos.